miércoles, 27 de mayo de 2020

El abanico de lady Windermere




Cada escritor, por regla general, se siente cómodo en un determinado terreno. A Oscar Wilde le complacen los ambientes y personajes frívolos: nobles ociosos, que sonríen irónicos mientras profieren aforismos presuntamente escandalosos; salones elegantes, de los que entran y salen sirvientes circunspectos; charlas sobre moda, moral o residencias vacacionales; licores vertidos en copas de cristal tallado… Ese mundo falso y etilista, en el que todos esconden sus verdaderas personalidades para disfrazarse de diletantes o cínicos, es el ámbito en el que el escritor dublinés se muestra más desenvuelto.
Ocurre así también en El abanico de lady Windermere, una obra teatral que leo en la traducción de Ricardo Baeza y en la que una enigmática mujer, llamada lady Erlynne, se convertirá en el eje de todo. Al parecer, lord Windermere la visita con sospechosa frecuencia; al parecer, le está haciendo cuantiosos pagos mediante cheques; al parecer, el mayor de los secretos rodea el pasado (y el presente) de esta mujer de moral criticable; al parecer, todo Londres está informado de esta situación, menos Margarita, la esposa de lord Windermere, cuyo cumpleaños se celebra hoy… Así que cuando, en el mismo día, una amiga le habla de la existencia de lady Erlynne y, al tiempo, su marido le pide que la invite a la fiesta de cumpleaños, el pecho de lady Windermere entrará en combustión. ¿Cómo es posible que su esposo se atreva a sugerirle esta ignominia? ¿Cómo pretende que reciba a su amante en su propia casa? Varias informaciones sobre el pasado (que los lectores recibiremos de forma escalonada) nos permiten comprender las razones que mueven a lord Windermere. Y el misterio de sus pagos a lady Erlynne.
La trama es levemente artificiosa, y está adobada con detalles inverosímiles, pero a Wilde se le pueden perdonar esos defectos a cambio del chisporroteo de frases que nos deja, para paladear y conservar en la memoria. Anotaré algunas, para que la amnesia no las erosione y para que resulte más irrenunciable la lectura de la pieza: “Hay tanta gente que va por ahí echándoselas de buena, que casi me parece una prueba de modestia echárselas de malo”. “Yo puedo resistir a todo, menos a la tentación”. “La vida es una cosa demasiado importante para hablar de ella en serio”. “Hoy día, ser comprensible es una falta de habilidad”. “Soy la única persona en el mundo que me gustaría conocer a fondo”. “En cuanto alguien está de acuerdo conmigo, se me antoja que debo estar equivocado”. “Un cínico es un hombre que conoce el precio de todo y el valor de nada”. “Experiencia llama todo el mundo a sus errores”.

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