domingo, 17 de mayo de 2020

El padre




De todos los sentimientos humanos, quizá el más lacerante sea el de la duda, que erosiona con eficacia diabólica. Al dudar, no solamente nos adentramos en el pantano de la tristeza, sino que nos impedimos irreversiblemente la disipación del consuelo o el lenitivo de la amnesia. Dudar es ser siempre desgraciado y aproximarse, como le ocurre al protagonista de este drama de August Strindberg, a los acantilados de la locura.
Es un gris capitán del ejército, que dedica sus ratos libres al ejercicio de la ciencia. Tiene una hija llamada Berta. Su matrimonio es tan anodino como infeliz. Vive en un país rodeado por la nieve. Su cuñado es pastor de la iglesia. Su gran proyecto es que su hija abandone el claustrofóbico de la casa y vaya a la ciudad para estudiar y alejarse de las supersticiones e ideas religiosas de su madre o su abuela… Un día, su mujer (Laura), que se opone acremente a esa decisión, decide redondear el plan que lleva urdiendo durante años para lograr la incapacitación de su marido: le insinúa que su hija no es suya. A partir de ese momento, todo empieza a convertírsele en saliva amarga. ¿Quién puede asegurarle que no está escuchando la verdad? ¿Pondría la mano en el fuego por la fidelidad de su esposa? ¿No pudo tener ese desliz? Y aunque ella, luego, sibilina, le indique que todo era una broma, la termita ya está dentro de su cerebro: quizá es ahora cuando le está mintiendo, para garantizarse la calma doméstica… y su futura pensión.
El capitán, que tiene unas ideas muy tajantes sobre lo que una madre puede opinar sobre el futuro de sus hijos (“¡Nada, en absoluto! Ella ha vendido sus derechos de primogenitura por medio de un contrato legal de compraventa. Renuncia a todos sus derechos y el marido, como contrapartida, se compromete a mantenerla a ella y a los hijos”), se descubrirá atrapado en el pegajoso barro de la sospecha. Y comprenderá que de ahí no se sale, salvo por la puerta de la muerte o por la puerta de la locura.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Los derechos de propiedad de una madre hacia sus hijos...mí frase favorita del día de hoy.
El libro, a la saca.

Besos 💋💋💋