Creo
haber consignado ya alguna vez en este Librario el gran aprecio que siento por
la labor como articulista de Javier Marías, cuya mirada y cuya valoración del
entorno me parecen altamente inteligentes. Por esa admiración intento volver,
cada cierto tiempo, a un nuevo volumen recopilatorio de sus escritos de prensa.
Es lo que ahora hago con El oficio de oír
llover, que reúne textos de 2003 a 2005, publicados en El País Semanal.
Lentamente,
porque los primeros escritos no alcanzan la fluidez habitual (él mismo reconoce
que se sentía “algo menos suelto y más sombrío” con el cambio de medio, y quizá
no le falte razón), voy entrando en su universo temático: la banalidad de
nuestro tiempo; el estruendo galopante que infama nuestra vida; la chabacanería
soez de la televisión (“No deja de ser anómalo y sintomático que el alarde de
mala leche se haya convertido en un oficio admiradísimo y muy bien pagado, al
cual optan sin cesar jóvenes que hasta hace nada eran anónimos”, p.142); el
error de la que la Justicia se limite a la letra (“se ajusta a Derecho”) y no
al espíritu ni al sentido común; la
pérdida flagrante de las normas de cortesía sociales; los abusos que la Iglesia
Católica perpetra, con la connivencia de la clase política, en época de
procesiones, tomando las calles de forma abusiva; la defensa de la combativa
actitud ética de Fernando Savater; el abaratamiento de los logros y hazañas,
como signo de la mediocridad de nuestro mundo; la persecución más bien
desproporcionada que sufren los fumadores; la criminal coalición que se fraguó
entre Bush, Blair y Aznar para iniciar en Irak una guerra arbitraria, frívola e
injusta; etc.
Me gusta,
además, leerme estos libros de Javier Marías con lentitud: dos o tres artículos
cada vez. Es como detenerse a contemplar cuadros: entiendo que la prisa nos
arrebata una buena parte de la belleza o de las reflexiones que, leídas con
reposo, suscitan sus líneas.
Un
excelente escritor del que no me gusta mantenerme demasiado tiempo lejos.
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