martes, 24 de marzo de 2020

El infinito en un junco




Hubo una vez, entre 1987 y 1991, una niña que, en su colegio de Zaragoza, sufrió un brutal acoso por parte de unos desalmados, que la maltrataban por tener fama de lista: la golpeaban con balonazos, le partieron un meñique en clase de gimnasia y llegaron a escupir dentro de su bocadillo, para posteriormente obligarla a comérselo. Ella jamás los delató ni se enfrentó a ellos. Su refugio consistía en enfrascarse en los libros, aquel ámbito acogedor en el que las voces de Robert Louis Stevenson, Michael Ende o Jack London le servía como consuelo y le mostraban un sitio confortable en el que vivir.
Aquella niña se llamaba (y se llama) Irene Vallejo, y es la autora de uno de los más hermosos libros que se han escrito sobre el mundo de los libros: El infinito en un junco (Siruela, 2019). En él nos invita a acompañarla en un viaje milenario que nos llevará por Macedonia, Egipto o Roma, para explicarnos cómo surgió el mundo de la escritura, cómo se concibieron los primeros signos gráficos y cómo el molde para hacerlos perdurables (tablillas, rollos, códices, libros) ha permitido secularmente que las ideas, las historias, el Pensamiento y la Belleza naveguen sin naufragar hasta nosotros.
Resultaría imposible (y por tanto no lo intentaré) resumir el contenido de esta obra enamorada y majestuosa, erudita y sherezádica, deslumbrante y luminosa, porque no hay página o anécdota que merezcan quedarse fuera de esa sinopsis. Todo el volumen burbujea de anécdotas, explicaciones, hallazgos y reflexiones (sobre literatura, pero también sobre cine, historia, cibernética, música o psicología) que, unidas, lo convierten en lectura inolvidable. En pocos libros se podrían encontrar cuatrocientas páginas tan densas ni tan livianas. En pocos libros se respira más amor por la literatura oral y escrita. De pocos libros se sale con tantas ganas de abalanzarse sobre los autores mencionados y analizados, para leerlos o releerlos. Irene Vallejo ama y hace amar, explica y seduce, invita y embriaga. Siempre me sentiré en deuda con este ensayo imborrable.

2 comentarios:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

El título me encanta...no tanto los ensayos, pero nunca se sabe.

Besos 💋💋💋

Pedro Saugar dijo...

Es difícil para un ensayo encontrar la llave con la que abrir el portón del público en general, y en este libro Irene la encuentra. Una delicia.