El
protagonista y narrador de esta novela corta está a punto de cumplir los 90
años y siempre ha sido un varón sexualmente artillero (“Hasta los cincuenta
años eran quinientas catorce mujeres con las cuales había estado por lo menos
una vez”, anota en la página 16; aunque se apresura a añadir que “nunca me he
acostado con ninguna mujer sin pagarle”), así que ha decidido concederse un
singular y discutible capricho para celebrar tan elevada longevidad: conseguir
que Rosa Cabarcas, dueña de una casa clandestina, le consiga una joven virgen.
Ella, profesionalmente, cumple con el encargo, pero le advierte que la muchacha
apenas tiene catorce años. El narrador, que dispone según se dice de “una
tranca de galeote” (p.26) o “pinga de burro” (p.96), se entusiasma con el
panorama y se aviene a pagar el precio estipulado por la madame.
Así
comienza Memoria de mis putas tristes,
de Gabriel García Márquez, novela que no llega al centenar de páginas y que
constituye una de las narraciones menos felices del colombiano. No porque el
tema resulte desagradablemente incómodo (que también), no porque su desarrollo
adolezca de escaso vigor (que también), sino sobre todo porque el lector no
llega a recibir ni siquiera una pequeña parte del fastuoso chisporroteo
imaginativo y literario que García Márquez regala siempre en cualquiera de sus
historias, y lo suple con media docena de frases que firmaría con satisfacción
Paulo Coelho, pero que el autor de Cien
años de soledad, Crónica de una
muerte anunciada o El otoño del
patriarca, veinte años antes, habría tachado sin demasiadas contemplaciones
del primer borrador.
Admiro
tan profundamente a este novelista que lo seguiré leyendo y releyendo en el
futuro, consciente de que se trata de uno de los mejores narradores hispanos
del siglo XX. Pero en esta ocasión, por desgracia, el resultado de su escritura
no creo que merezca demasiados aplausos.
2 comentarios:
La primera vez que intentamos leer este libro, fue en aquellas clases de Ética y Moral del instituto, pero tras la presión del profesorado de Religión, a tomar por saco la lectura 🤬😂
Años después fue una auténtica gozada con sabor a revancha, leerla.
Besitos 💋💋💋
Disiento de tu comentario. Tengo una imagen oscura de la trama, pero sí mantengo el sabor de una lectura placentera, en la que la prosa de García Márquez seguía siendo eficaz. No sé qué le parecería al profesorado de Religión aquella lectura (Yo leí Cien Años de Soledad, muchos años antes, en un colegio religioso), lo que sí se lo que le parece al profesorado actual de Feminismo: algo condenable para su estrecha moral.
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