miércoles, 4 de marzo de 2020

Memoria de mis putas tristes




El protagonista y narrador de esta novela corta está a punto de cumplir los 90 años y siempre ha sido un varón sexualmente artillero (“Hasta los cincuenta años eran quinientas catorce mujeres con las cuales había estado por lo menos una vez”, anota en la página 16; aunque se apresura a añadir que “nunca me he acostado con ninguna mujer sin pagarle”), así que ha decidido concederse un singular y discutible capricho para celebrar tan elevada longevidad: conseguir que Rosa Cabarcas, dueña de una casa clandestina, le consiga una joven virgen. Ella, profesionalmente, cumple con el encargo, pero le advierte que la muchacha apenas tiene catorce años. El narrador, que dispone según se dice de “una tranca de galeote” (p.26) o “pinga de burro” (p.96), se entusiasma con el panorama y se aviene a pagar el precio estipulado por la madame.
Así comienza Memoria de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez, novela que no llega al centenar de páginas y que constituye una de las narraciones menos felices del colombiano. No porque el tema resulte desagradablemente incómodo (que también), no porque su desarrollo adolezca de escaso vigor (que también), sino sobre todo porque el lector no llega a recibir ni siquiera una pequeña parte del fastuoso chisporroteo imaginativo y literario que García Márquez regala siempre en cualquiera de sus historias, y lo suple con media docena de frases que firmaría con satisfacción Paulo Coelho, pero que el autor de Cien años de soledad, Crónica de una muerte anunciada o El otoño del patriarca, veinte años antes, habría tachado sin demasiadas contemplaciones del primer borrador.
Admiro tan profundamente a este novelista que lo seguiré leyendo y releyendo en el futuro, consciente de que se trata de uno de los mejores narradores hispanos del siglo XX. Pero en esta ocasión, por desgracia, el resultado de su escritura no creo que merezca demasiados aplausos.

2 comentarios:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

La primera vez que intentamos leer este libro, fue en aquellas clases de Ética y Moral del instituto, pero tras la presión del profesorado de Religión, a tomar por saco la lectura 🤬😂
Años después fue una auténtica gozada con sabor a revancha, leerla.

Besitos 💋💋💋

Pedro Ugarte dijo...

Disiento de tu comentario. Tengo una imagen oscura de la trama, pero sí mantengo el sabor de una lectura placentera, en la que la prosa de García Márquez seguía siendo eficaz. No sé qué le parecería al profesorado de Religión aquella lectura (Yo leí Cien Años de Soledad, muchos años antes, en un colegio religioso), lo que sí se lo que le parece al profesorado actual de Feminismo: algo condenable para su estrecha moral.