Ana María
Tomás es un ejemplo de versatilidad literaria, que ha pulsado géneros muy
dispares (desde el articulismo hasta la poesía, sin desdeñar las cartas, los
cuentos y hasta el libreto de una zarzuela) y que ha sometido sus producciones
al veredicto (en ocasiones laudatorio) de todo tipo de jurados. Su primer
volumen publicado fue éste que hoy nos ocupa: La cifra mágica (1997), un poemario de amor en el que la escritora
buscaba la fusión con el amado (“Tus venas serán mi laberinto”, p.7) y donde
alcanzaba imágenes de gran poder lírico y visual (“La tarde, de luces
desnucadas, inventa charcos de recuerdos contigo”, p.10). Ese sentimiento llena
de azúcares el alma y los labios de la escritora, quien reúne trepidaciones de
huracán y fiebres volcánicas en sus versos.
Pero,
como ocurre con casi todos los amores, éste llega de un modo inevitable a su
consunción; y entonces queda en el cielo del paladar una desagradable aspereza
(“Es tu ausencia mi veneno”, p.42), que lo impregna todo y que todo lo inunda
de amarguras.
En el
fondo, se trata de comunicarnos poéticamente la diacronía del amor; y, para
lograrlo, nos conduce de la mano hasta el Everest, y desde allí nos baja hasta
la Fosa de Filipinas. Subida al cielo y bajada al Hades.
Toda una
experiencia.
1 comentario:
¡Ay ay ayyyyy! Tus venas serán mi laberinto 🥰 ya he caído rendida.
Besitos.
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