martes, 31 de marzo de 2020

El trigo tierno




Abrir un libro comporta siempre establecer un acuerdo con la persona que lo ha escrito, algo así como decirle sin palabras: “Voy a creerme lo que dices. Voy a aceptar la textura de tus personajes. Voy a dejar en suspenso mi incredulidad. Tú preocúpate de utilizar tu habilidad para ponérmelo fácil”. En suma, eso que los especialistas llaman pacto narrativo. Lo que sucede es que con ciertos autores dicho pacto resulta más trabajoso, porque la materia literaria que tenemos ante los ojos puede resultarnos chocante o compleja de asimilar.
La gran escritora francesa Sidonie-Gabrielle Colette nos ofrece en El trigo tierno (que traduce José Ramón Monreal para Ediciones Invisibles) una propuesta que, desde el punto de vista argumental, resulta sencilla y fácil de resumir: las últimas semanas de un verano en el que Phil (16 años) y Vinca (15), amigos o quizá enamorados, deben afrontar una situación compleja para sus relaciones, porque el muchacho descubre el sexo visitando a la subyugante señora Dalleray y no sabe cómo puede afectar esa pérdida de la virginidad a su futuro con Vinca.
Hasta ahí, es evidente, no hay problema alguno. Pero la situación se complica cuando vemos el modo alambicado en que se expresan los dos adolescentes, con un vocabulario muy rico y lleno de matices y con unos meandros psicológicos elevadísimos. En ese punto, cabe la pregunta: ¿es creíble que dos púberes se expresen (y sientan así)? Y también en ese punto hay que llegar a la conclusión inmediata: “Sí, porque Colette así lo ha decretado”. Ella no sugiere que los jóvenes hablen de esa forma, sino que nos dice que los suyos sí que lo hacen. Aceptada esa premisa, la novela fluye con la habitual elegancia de sus restantes libros. Y mi aplauso, desde luego, lo tiene.
Lo que ya resulta menos plausible es que el traductor nos hable varias veces del “azul delicioso” de las pupilas de Vinca (lo hace en la página 15, en la 19, en la 163 y en otras más). Cuánto daño ha hecho en la literatura española la ignorancia anatómica de Gustavo Adolfo Bécquer, válgame Dios.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

¿El trigo verde? Creo que así era como conocía la obra, pero a parte de Gigi y las entregas de Claudine, no he leído nada más.
A Bécquer le perdonamos todo 😌💋