He
leído poco, y de forma discontinua, a Carmen Conde. Pero sí que he saboreado
algunos de los últimos trabajos de mi maestro, el catedrático Francisco Javier
Díez de Revenga, sobre ella; y me han reactivado la curiosidad por su obra. Me
refiero sobre todo a los volúmenes Carmen Conde, desde su Edén (https://rubencastillo.blogspot.com/2020/11/carmen-conde-desde-su-eden.html) y Carmen
Conde en la luz de sus palabras (https://rubencastillo.blogspot.com/2025/02/carmen-conde-en-la-luz-de-sus-palabras.html). Ahora,
como es lógico, retorno a la fuente original que generó los mismos: las páginas
de la escritora cartagenera. Y me encuentro con este tomo, muy recomendado por
Díez de Revenga: la edición del poemario Honda memoria de mí, que
elaboró el valenciano Fran Garcerá para el sello Lastura.
Como
muy bien indica el estudioso en su introducción, estas intensas páginas
poéticas se compusieron originalmente en enero de 1942, mientras la futura
académica se hospedaba en el segundo piso de la casa de Vicente Aleixandre,
alquilado por Cayetano Alcázar y su esposa Amanda Junquera. Y disponemos aquí de
una edición en la que quedan incorporadas las anotaciones que la propia Carmen
fue añadiendo al texto. ¿Se puede soñar un privilegio más alto?
Lleno
de chispazos estremecedores (“Recuerdo que morir ha sido / marejadas de veces.
/ Tiene que haber en mi sangre, / de agonía racimos”), este testimonio lírico
nos muestra a una Carmen Conde que, en unos días difíciles de su vida (y de la
vida toda del país), se aferra a la luz interior, a la esperanza enérgica de la
supervivencia (“¡No siento sino bandadas / de vida en mi cuerpo!”), y nos
entrega una poesía impregnada de un decir reflexivo, incluso filosófico, donde
los conceptos requieren la máxima atención lectora: hay que volar muy alto para
dar a la caza alcance.
No
hay aquí ritmos fáciles, adjetivaciones vistosas o rimas deudoras de la
eufonía: el discurso se construye sobre un decir seco, recortado, hondo,
apolíneo, que nos propone un viaje lleno de austeridad, porque nos habla (creo
que don Miguel de Unamuno aplaudiría la idea) de un mensaje demasiado
importante como para ser convertido en música.
Para leer despacio. Para pensar.
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