Ricardo
es una persona especial. Tras alejarse de su familia, que le parece muy
aburrida y previsible, ha decidido instalarse en una enorme casa, donde funda
un hogar alocado, en el que la fantasía tiene que convertirse en la reina y en
el que, incluso, hay un fantasma. Ni siquiera la visita del doctor Florín, buen
amigo de la familia, lo lleva a abdicar de esa desquiciante situación… que se
complicará con dos elementos. El primero, el aturdimiento en que vive el pobre
fantasma (que en realidad es un señor llamado don Joaquín, harto de
manifestarse de forma espectral y que sueña con cuidar su propio huerto); el
segundo, la irrupción en escena de una chica muy hermosa y muy disparatada, que
ha entrado en la casa después de trepar por la enredadera del muro: dice ser
una sirena y afirma estar profundamente enamorada de Ricardo. Los problemas
comenzarán a agrandarse cuando la realidad psiquiátrica de Sirena y su realidad
íntima (todo apunta a que está embarazada) exploten en la cara de Ricardo, y ya
no esté muy seguro de si quiere seguir viviendo con ella en un mundo de arcoíris
o si prefiere que el doctor Florín la cure.
Con esta pieza dramática, Alejandro Casona nos invita a que reflexionemos sobre las cegueras voluntarias, sobre la búsqueda de la felicidad y sobre los misterios del corazón humano. Y, personalmente, creo que la pieza ha envejecido muy bien: se sigue leyendo con admiración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario