Atención,
porque el reto que nos plantea Emilio J. Lafferranderie (y, de forma
complementaria, su editor español de Liliputienses) es tremendo. En su tomo de
poesía Un intervalo un término, que incluye sus trabajos Lugares
prácticos (2004), Caracteres (2009), Líneas mediaciones
(2015) y Modos parciales (2024), no encontrarán ustedes puntos. Tampoco
encontrarán comas. Ni siquiera paréntesis. Todo el texto, formado por versos
cortos, aireados, de apariencia liviana, forma un continuo, un río de palabras
que establece su propia respiración y su propia velocidad. En ese ámbito, el
lector es convocado (e interpelado) para que reciba el magma verbal y lo
procese; para que se deje impregnar por el fluir de las diapositivas y deduzca
su sintaxis; en suma, para que participe de forma activa en la recepción del
texto.
No
nos encontramos ante una poesía de apariencia difícil, pero sí (en mi opinión)
de intelección difícil, porque su fragmentarismo, su bombardeo de
fotones y su ambigüedad (recordemos a otro poeta sudamericano, el maravilloso
Jorge Luis Borges, quien dictaminó hace años que la ambigüedad es una riqueza)
contribuyen a la inseguridad de la lectura: cada mensaje, cada línea, cada
sintagma deslizan en nuestro cerebro una gota de luz, pero se requiere mucha
concentración para entender la vidriera.
Acérquense hasta sus páginas y participen de la fiesta: están ustedes invitados.
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