Traduce
para mí María Martínez Sierra la obra Rinoceronte, de Eugène Ionesco. Y
sobrecoge el profundo simbolismo de la pieza, en la cual el personaje central
de Berenguer lucha denodadamente por no convertirse en rinoceronte. Así, como
suena: en rinoceronte. Todos los demás personajes, aunque al principio se
muestren horrorizados por la forma en que esas bestias avanzan por las calles,
lo arrasan todo con su volumen y con el desconcierto de su brutalidad (aplastan
gatitos, provocan el pánico, etc), lo van haciendo gradualmente. Así, se
produce la deshumanización y la “rinocerontización” de la sociedad.
La
obra, desde luego, parece una metáfora del nazismo, triunfante en Europa con su
estela de sangre y de barbarie homicida y racista; pero también parece una
crítica a la masificación del mundo actual, en el que las individualidades
alcanzan el rango de “elementos extraños”, en punibles y sospechosas formas de
la rebeldía. Es, asimismo, una defensa de la plena racionalidad del hombre, en
un mundo irracional y turbio que lo destroza interiormente.
En
mi primera lectura de esta pieza (septiembre de 1987), subrayé en rojo el final
de la misma (“¡Contra todo el mundo, me defenderé contra todo el mundo, me
defenderé! ¡Soy el último hombre, seguiré siéndolo hasta el fin! ¡Yo no
capitulo!”). Ahora, en la nueva visita que le hago al texto, subrayo una nueva
línea: “La soledad me pesa. La sociedad también”.
Tengo que seguir revisando las obras de Ionesco. Los viejos amores nunca mueren.
1 comentario:
Hola, Rubén:
Tu relectura de "Rinoceronte" me ha hecho recordar la representación que vi de ella en Madrid hará cosa de siete u ocho años. La dirección corrió de cuenta de Ernesto Caballero y de su elenco ahora mismo sólo recuerdo que Pepe Viyuela hacía un magnífico papel como suele ser habitual en él.
Ionesco, su teatro el absurdo, el simbolismo del mismo... todo eso hace del autor rumano un referente teatral y cultural imprescindible. De él también recuerdo haber visto en alguna ocasión La lección, Las sillas y La cantante calva. De todas ellas siempre salí satisfecho y con más preguntas personales que las que me hacía al entrar en la sala.
Un fuerte abrazo
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