Me
gusta volver, con cierta periodicidad, a las obras de Lope de Vega, bien para
releer las que ya conozco, bien para adentrarme en nuevas páginas suyas. Y lo
cierto es que suelo salir fascinado con esa experiencia cíclica, porque el
Fénix rara vez decepciona. Incurre, claro está, en repeticiones y en clichés de
época (qué autor prolífico y enraizado en su tiempo no lo hace); pero entrega,
como hermosa compensación, versos magníficos, situaciones deleitosas, sonrisas
indelebles y el infrecuente perfume de la grandeza literaria.
En
esta ocasión, he querido volver a un drama que leí en 1983 (eso apunté en un
margen, con letras a lápiz ya casi borradas: desde 1985 adquirí la feliz
costumbre de pasarme al rotulador rojo o bolígrafo) y que me vuelve a fascinar:
Peribáñez y el comendador de Ocaña. Primero, Lope nos invita en sus
páginas a que asistamos a la alegre boda de un villano; luego, a que advirtamos
el modo turbio en que el comendador se prenda de la beldad de la joven esposa;
después, a la artimaña de estirpe bíblica (recordemos la historia del rey David
y su súbdito Urías) de alejar a Peribáñez de su morada, tras nombrarlo de forma
abrupta capitán de una pequeña tropa; por fin, al retorno suspicaz del recién
casado, que llega a tiempo de impedir la consumación del adulterio forzoso.
Dueño
de unos recursos casi ilimitados para animar a sus criaturas escénicas, Lope
consigue que atravesemos, al lado de sus protagonistas, sucesivos territorios
emocionales: la felicidad, el recelo, la traición, la defensa a ultranza de la
honra, la majestad del perdón, la ira, la benevolencia, el triunfo de la
justicia… Y cada una de las estaciones de ese viaje se construye sobre la
sonoridad de unos versos que Lope traslada al papel con insultante facilidad
aparente: apenas se advierte en ellos esfuerzo (o el dramaturgo es, al menos,
capaz de disimularlo con notable éxito), y los parlamentos se introducen por
nuestros ojos y oídos como si el agua se deslizase por nuestra piel: con la
misma gracia sencilla, con el mismo frescor impagable.
Gracias, Lope. Gracias, siempre. Volveremos a disfrutar de más tardes juntos.
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