Cuando
se tiene talento narrativo (y Félix G. Modroño lo tiene), lo natural es que los
libros que nos ofrece el autor se conviertan de inmediato en un imán potente e
irresistible, al que te adhieres de forma gustosa y que te acompañan durante
doscientas, trescientas páginas, sin que jamás te parezcan bastantes. Lo
descubrí desde la primera de sus novelas (La sangre de los crucificados)
y esa sensación no me ha abandonado en ninguna de las incursiones que he
practicado después en su bibliografía. Ahora me sumerjo en Sol de brujas
(Destino, 2022) y la corroboro. En esta historia de ambientación negra
conocemos al inspector Alonso Ceballos (santanderino, 44 años, casi dos metros
de altura y un cierto sobrepeso) y a la subinspectora Silvia Martín (palentina,
32 años y con un pasado anoréxico), quienes se encuentran de pronto con una
situación tan brutal como inesperada: una adolescente ha aparecido colgada de
la Grúa de Piedra en la bahía de Santander. Lo que podría parecer un aparatoso
suicidio o un crimen exhibicionista se complica cuando descubren que le han
amputado dos dedos y que su boca está cosida con sedal. Alguien se ha tomado
muchas molestias (y ha sido concienzudamente macabro) a la hora de ejecutar a
la chica y de exponerla ante curiosos y policías. Pero es que la muchacha, para
más complicación, es hija de Humberto Marulanda, un presunto narco colombiano
al que jamás se ha podido procesar por falta de pruebas, que atesora una
hacienda multimillonaria y que manifiesta sin tapujos su voluntad de
adelantarse a la policía y encargarse personalmente de quien ha asesinado a su
adorada Sandra Milena.
A
partir de ese momento se pone en marcha una maquinaria que dispone de todos los
ingredientes necesarios para absorber la atención de los lectores: un colegio
de pago que esconde o maquilla episodios de acoso escolar; un pederasta en cuyo
ordenador se encuentran docenas de miles de fotos y vídeos nauseabundos;
oscuros secretos del pasado que vuelven para enfangar la investigación y llenar
de desasosiego a sus protagonistas; una figura narradora muy original, con la
que Modroño juega inteligentemente; unos pistoleros rusos a bordo de un SUV,
con el gatillo fácil y el corazón de hielo; un policía que coquetea con la
corrupción; unas espléndidas descripciones del ambiente santanderino de la
obra; y, como guinda del pastel, una ambigua y juguetona relación erótica entre
dos de las mujeres protagonistas que, créanme, pone una electricidad muy
llamativa en algunas de las páginas.
En
suma, todo lo que se necesita para convertir una novela en una historia
magnífica e inolvidable.
Yo, en su caso, probaría a acercarme.
1 comentario:
Nada he leído hasta la fecha de este autor, pero lo tendré en cuenta de ahora en adelante.
Un abrazo
Publicar un comentario