martes, 30 de agosto de 2022

Sol de brujas

 


Cuando se tiene talento narrativo (y Félix G. Modroño lo tiene), lo natural es que los libros que nos ofrece el autor se conviertan de inmediato en un imán potente e irresistible, al que te adhieres de forma gustosa y que te acompañan durante doscientas, trescientas páginas, sin que jamás te parezcan bastantes. Lo descubrí desde la primera de sus novelas (La sangre de los crucificados) y esa sensación no me ha abandonado en ninguna de las incursiones que he practicado después en su bibliografía. Ahora me sumerjo en Sol de brujas (Destino, 2022) y la corroboro. En esta historia de ambientación negra conocemos al inspector Alonso Ceballos (santanderino, 44 años, casi dos metros de altura y un cierto sobrepeso) y a la subinspectora Silvia Martín (palentina, 32 años y con un pasado anoréxico), quienes se encuentran de pronto con una situación tan brutal como inesperada: una adolescente ha aparecido colgada de la Grúa de Piedra en la bahía de Santander. Lo que podría parecer un aparatoso suicidio o un crimen exhibicionista se complica cuando descubren que le han amputado dos dedos y que su boca está cosida con sedal. Alguien se ha tomado muchas molestias (y ha sido concienzudamente macabro) a la hora de ejecutar a la chica y de exponerla ante curiosos y policías. Pero es que la muchacha, para más complicación, es hija de Humberto Marulanda, un presunto narco colombiano al que jamás se ha podido procesar por falta de pruebas, que atesora una hacienda multimillonaria y que manifiesta sin tapujos su voluntad de adelantarse a la policía y encargarse personalmente de quien ha asesinado a su adorada Sandra Milena.

A partir de ese momento se pone en marcha una maquinaria que dispone de todos los ingredientes necesarios para absorber la atención de los lectores: un colegio de pago que esconde o maquilla episodios de acoso escolar; un pederasta en cuyo ordenador se encuentran docenas de miles de fotos y vídeos nauseabundos; oscuros secretos del pasado que vuelven para enfangar la investigación y llenar de desasosiego a sus protagonistas; una figura narradora muy original, con la que Modroño juega inteligentemente; unos pistoleros rusos a bordo de un SUV, con el gatillo fácil y el corazón de hielo; un policía que coquetea con la corrupción; unas espléndidas descripciones del ambiente santanderino de la obra; y, como guinda del pastel, una ambigua y juguetona relación erótica entre dos de las mujeres protagonistas que, créanme, pone una electricidad muy llamativa en algunas de las páginas.

En suma, todo lo que se necesita para convertir una novela en una historia magnífica e inolvidable.

Yo, en su caso, probaría a acercarme.

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Nada he leído hasta la fecha de este autor, pero lo tendré en cuenta de ahora en adelante.
Un abrazo