La
vanidad que atesoramos los seres humanos nos engaña de continuo, sea cual sea
el ámbito en el que ocupemos nuestro tiempo. Y uno de los mecanismos que
utiliza para conseguir su propósito consiste en regalarnos petulancia: hacernos
creer que nuestra verdad es la verdad. Y que, por tanto, podemos
convertirnos en jueces “infalibles” de cuanto nos rodea, porque nuestra opinión
estará esmaltada de sentido común, contundencia y espíritu axiomático. El
editor Constantino Bértolo aplica esa idea al mundo de la crítica literaria,
acopiando en su volumen El ojo crítico un catálogo de asertos que,
emitidos con absoluta seriedad en su día, hoy resultan más bien risibles. Por
ejemplo, las lamentaciones del padre Blanco García sobre las “porquerías,
vulgarismos y cinismos” de La regenta; la consideración de Hamlet
como “la obra de un salvaje borracho” (Voltaire); o la definición de Otelo
como “puro melodrama” (G. B. Shaw).
Hasta
aquí, todo bien.
Pero
si evaluamos que a lo largo de la Historia se han emitido millones de opiniones
sobre los libros que aparecen aquí convendremos en que el porcentaje de
ridiculeces que Bértolo reúne es tan normal como insignificante. ¿Que resulta
divertido comprobar lo torpe que fue Voltaire evaluando a Shakespeare? De
acuerdo. ¿Que resulta asombroso que determinados críticos y editores no
entendiesen la crucial importancia de tal o cual obra? Desde luego. Pero (y
aquí el “pero” es básico) se trata de meras anécdotas, gotitas de agua en un
océano.
Un trabajo gracioso, sí, pero más bien intrascendente.
1 comentario:
Leyéndote me has transmitido la impresión de que El ojo crítico es algo parecido -salvando las distancias, claro- a esas Antología del disparate que los profesores iban coleccionando al paso de su cometido profesional. Veo que Bertolo ha hecho lo mismo. Un libro como dices divertido pero intrascendente.
Saludos
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