Me doy un paseo por las estanterías de mi biblioteca (es el
único método de viaje que me gusta: deslizar la vista por los lomos de los
libros) y, de pronto, me salta y parece brillar un volumen editado en 1998 en
Ediciones Osuna, de Granada: se trata de La
sangre desgranada de Federico García Lorca, de Salvador García Jiménez. Y
al abrirlo me encuentro, escrita con bolígrafo rojo, esta anotación: “Leído el
8 de septiembre de 2003”. Casi dieciocho años después, me he sentado con un
café y he sumergido mis ojos en sus páginas.
El estupendo escritor ceheginero inventa aquí una vida posible
para un García Lorca murciano (en esta provincia tuvo antecedentes familiares
el poeta, y con esa premisa juega el autor), y lo hace de una forma
exquisitamente literaria. El resultado es una peculiar y cuidadísima mezcla de
poesía, investigación, novela y ensayo que tiene como objetivo mostrarnos de un
modo distinto la vida de este granadino universal al que “crucificaron a
balazos” (p.17) y que provoca en García Jiménez algunos interrogantes
atronadores: “¿Cuándo te van a enterrar? ¿Por qué no removieron cielo y tierra
para recoger tu cadáver?” (p.94).
Una obra bella, descarnada, lírica y terrible, que me ha
encantado beberme de nuevo.
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