Cuando cayó en mis manos esta pequeña obra teatral y leí el
nombre que servía de título (Elena
Ossorio), de inmediato me acudieron a la mente todas las noticias que sobre
ella tenía, derivadas de su relación sentimental con Lope de Vega. Pero la
sorpresa mayor fue cuando me fijé en el nombre del autor (“Luis Escobar”) y me
vino una pregunta a la mente. ¿Sería el actor, al que conocía por La escopeta nacional y, sobre todo, por
su simpático papel en La colmena? Un
paseo por los laberintos de Internet me confirmó que sí.
La obra me ha gustado mucho. He visto en ella a un Lope
pasional y caprichoso, que se enamora de Elena cuando la sabe en posesión de
otros hombres (el duque o, algo más adelante, don Antonio) y que, entronizado
en su corazón, la termina por abandonar con todas las buenas palabras que un
poeta sabe esgrimir en los momentos más delicados. De hecho, cuando el Fénix
tiene que justificar (y aun justificarse) el abandono, lo hace con un
parlamento que parece sacrificio o reflexión, pero que en realidad encubre la
auténtica razón (la boda que planea con Isabel de Urbina): “La dejo porque la
pasión tiene una vida corta; porque nos hemos quemado en nuestro propio fuego.
La dejo porque sería capaz de morir por ella, pero soy incapaz de vivir para
ella”). Y tampoco es desdeñable la frase que el poeta desliza en los oídos de
su rival amoroso: “¿Quién puede decir: conozco a una persona? ¿Qué eternidad no
haría falta?”.
Espléndida la construcción de todos los personajes (la poliédrica Elena, el voluble Lope, la sibilina Gerarda, el ponderado don Antonio, el rastrero Jerónimo) y buen equilibrio en el argumento, donde amor, venganza, celos, tramas palatinas y tristeza se combinan maravillosamente.
1 comentario:
Me gusta. Una obra bien armada
Publicar un comentario