lunes, 22 de febrero de 2021

Amantes y enemigos

 


Qué somos, sino criaturas desvalidas que intentamos encontrar a otras criaturas para que nos acompañen en el viaje. Y a esa compañía cordial, sensual y necesaria la llamamos amor; y la adornamos con todo tipo de abalorios, sedas, luces de colores y músicas tenues. Construimos una cabaña tibia para habitar en medio de los rugidos nocturnos del bosque y, cuando encendemos fuego en la chimenea, nos gusta que otro ser (especial, elegido, único) ronronee a nuestro lado. Al final, cuando nos morimos, esos instantes no nos los puede quitar nadie. Y quizá nos los llevemos (yo creo que sí) más allá de la línea negra.

Rosa Montero dibuja en Amantes y enemigos un ramillete de relatos en los que los protagonistas son seres como nosotros, con los sueños cancelados por el chirrido de un despertador, con trabajos no siempre satisfactorios, con heridas que apenas conseguimos disimular, con lágrimas guardadas allá dentro, con leves triunfos esporádicos a los que nos aferramos con angustia o fe. Y quizá por eso la lectura de este libro se nos hace tan cercana y nos palpita dentro. En sus páginas viven para nosotros el hombre que, tras su separación, se comporta como un náufrago; la niña que ve en la nueva pareja de su padre a una repulsiva ladrona de afectos; las mujeres que sienten a su marido como un extraño, cuya magia se diluyó y se convirtió en ceniza; el matrimonio que no deja de pelear, pero que se resiste a romper su vínculo; la chica que coquetea por correo electrónico con su vecino casado; la que traiciona a su marido ciego, acostándose con un compañero de trabajo; la muchacha que se enreda con un desconocido, sobre el que lo ignora todo… Para terminar el volumen, Rosa Montero nos deja una frase resonando en los ojos, y en el corazón, y en el cerebro: “El amor es mentira, pero funciona”. Y damos gracias por haber leído este libro.

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