Las esposas o compañeras de los artistas han sido, quizá con
demasiada frecuencia, objeto de comentarios, maledicencias, suspicacias y
análisis, pero pocas igualarán en densidad polémica a Yoko Ono (pareja de John
Lennon) y a Gala (sombra o luz de Salvador Dalí). Precisamente sobre esta
última se construye el libro Gala, ¿musa
o demonio?, de Tim McGirk, que leo por segunda vez (antes lo hice en abril
de 2004, cuando me la regaló mi hermano Luis García Mondéjar) en la traducción
de Joseph M. Apfelbäume.
El volumen tiene un elevadísimo número de anécdotas sobre Elena
Ivánovna Diákonova (que era el nombre de nacimiento de la artista rusa), pero
quizá lo más meritorio es que McGirk acierta a darle un interés “novelesco” al
conjunto, para felicidad de los lectores. Y eso permite que la inmersión en sus
aguas narrativas sea tan placentera.
Me ha gustado la frase de Salvador Dalí que se reproduce en la
página 25: “La única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco”.
Me ha sorprendido que el pintor catalán creyese (así se afirma
en la página 107) que Gala era un talismán infalible contra la muerte.
Me ha impresionado el juicio lapidario y monumental que
aparece en la página 210: “No me volví loco porque ella se hizo cargo de mi
locura”.
Un tomo para recordar.
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