Leo una propuesta teatral de la académica Carmen Conde, que
está datada en 1960 y que le publicó la universidad de Murcia treinta y cinco
años más tarde: Nada más que Caín. Me
ha parecido un texto muy interesante, sobre todo por la forma en que la
escritora se adentra en el personaje bíblico, el cual observa con estupor el
desdén que Yahvé le escupe, sin que acierte a comprender la causa de ese odio.
¿Por qué ha de ser amado su hermano, que se limita a dejar que sus ovejas
pasten a su antojo, sin dedicarles ni un minuto de cuidados? ¿Y por qué no
aprecia Dios su esfuerzo interminable y laborioso como labrador y recolector de
frutos? A pesar de sus continuas preguntas, el atormentado Caín no recibe ni la
menor respuesta. Pero hay otro interrogante que lo mantiene angustiado y
perplejo: si los dos hijos de Adán y Eva han nacido tras la expulsión del Edén,
¿acaso serán ellos parte del castigo y de la maldición de Dios?
Este planteamiento, sobrecogedor y admirable, pierde brillo en
su tramo final (así lo creo), porque la autora se deja llevar por el ambiente
de la época (una mezcla de apocalipsis nuclear y espacial) y tizna de moralinas
la tortura de su personaje.
En todo caso, siempre se encuentran en los libros de Carmen Conde las suficientes bellezas como para celebrar el tiempo que se dedica a su lectura.
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