La
situación familiar que está viviendo la joven inglesa Stella no es,
precisamente, la más calmada del mundo: su marido (Paco) se encuentra absorbido
por el trabajo, dejándola a ella en un incómodo segundo plano; la hija que
acaban de tener, Ana, es un torbellino que la sofoca y que le impide tener ni
siquiera la casa en condiciones; y el hecho de haber abandonado sus ocupaciones
laborales para centrarse en su hogar la hace sentir demasiado inútil. Para
volver a ser ella misma (y quizá para encontrar la independencia económica que
le permita divorciarse de Paco, demasiado manipulado por su hermana y por su
madre), lo idóneo sería volver al mundo laboral. Pero, ¿cómo hacerlo? Una
visita al hospital, para que su hija sea atendida, le permite vislumbrar una solución:
necesitan una traductora que vierta los artículos de investigación de los
doctores al inglés, para su posterior publicación. Ahí sí que Stella tiene una
oportunidad. Y la aprovecha.
A partir
de entonces tendrá que llevar una peligrosa doble vida, porque no quiere
confesar a su marido que ha buscado trabajo a sus espaldas, y esto genera
numerosas situaciones que oscilan entre lo cómico y lo trágico. Por no
mencionar el flirteo creciente que mantiene con Moisés, un atractivo médico.
Con una
prosa bien construida y con un fluido dominio de los diálogos, Sandra Bruce nos
ofrece una fabulación llena de humor, sexo, amistad, situaciones embarazosas,
crispaciones familiares y disputas domésticas, donde se reflexiona sobre los
peligros encadenados que generan las mentiras (ese “jugar con fuego” que el
título resume) y también sobre la necesidad que experimenta una mujer de
buscarse a sí misma y gritar de modo enérgico que necesita apoyo, complicidad,
amor y respeto.
1 comentario:
Muchas gracias Rubén por esta encantadora reseña. Me siento muy halagada de verla en tu blog. Me halaga aún más que haya sido escrita por un hombre siendo una novela sobre una mujer y escrita por una mujer. Siempre me pregunto hasta qué punto los hombres se pueden identificar con mi trabajo pero, si no fuera por un hombre, Luis de Boria Ediciones, Jugar con fuego nunca hubiera visto la luz del día. ¡Gracias!
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