Después
de haber publicado su poemario Desde el
fondo mismo… (1975), la poeta de Alcantarilla Juana J. Marín Saura dio a
conocer en Ediciones Torremozas, en el año 1984, su obra El silencio de las lilas, una producción más asentada y madura que
la anterior que dedica significativamente “A los que, como yo, se convierten
cada día en solitarios silenciosos”.
Si
analizásemos con detalle los aspectos léxicos del libro (tarea que excedería
las dimensiones de esta nota de lectura) podríamos comprobar que las palabras
más repetidas del volumen son aquellas que guardan relación con el concepto de
la “espera”. Queda bien claro con la lectura del tomo que la escritora ha
probado el acíbar del desamor (“Que se acerquen volando miles de tijeras / que
sepan cortar desilusiones”, p.20) y que el tiempo ha ejercitado sobre ella la
musculatura de su crueldad (“Porque aunque los días hayan ido pasando, / me he
quedado parada entre los granos del reloj… / y no he crecido”, p.55). Pero
igualmente queda claro que ha sabido sobreponerse a esas adversidades, aunque
sea de un modo superficial y meramente epidérmico (“Se ha escapado una sonrisa
/ y me la he colgado en los labios / para hacer creer que soy feliz”, p.62).
En suma,
un trabajo de poeta naciente (y doliente) donde ya estaban contenidas muchas de
las semillas que después fructificarían en los volúmenes posteriores que irían
entregando con el paso de los años.
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