miércoles, 31 de diciembre de 2025

Lo que sé de Esmeralda

 


“Es como si estuviera escuchando un serial radiofónico”, exclama uno de los personajes en la página 109 de esta novela. Y, en el mejor de los sentidos, es así, porque el autor (el ilicitano Andrés Guilló Javaloyes) ha sabido continuar el tono envolvente, cercano, mágico y coloquial que inauguró con Esmeralda sin brillo. En aquellas páginas, que ya comenté en este mismo blog (https://rubencastillo.blogspot.com/2024/12/esmeralda-sin-brillo.html) nos desgranó la fascinante historia de Esmeralda, una vedette bellísima que tuvo el coraje de enfrentarse a todo y a todos en unos tiempos difíciles, recorriendo España con sus espectáculos, haciendo que su belleza y su talento artístico fueran reconocidos en cuantos lugares visitó y manteniendo con firmeza su derecho al amor, aunque este viniera de una persona que, por su posición económica y social, quizá no era la más sencilla para iniciar un proyecto sólido. Conocimos allí al modisto Paquito; conocimos al inspector Manuel Sanchís, tan brusco como noble; conocimos los deseos y las envidias que despertó la escultural Esmeralda; y conocimos, en fin, la forma increíble de su muerte. Uso a conciencia el adjetivo “increíble”, porque muy pocos aceptaron como válida la explicación oficial que se dio a la misma: un suicidio pactado junto a su amante. Quedaban muchos flecos por aclarar; quedaban muchos secretos por descubrir; quedaban muchas heridas por cauterizar.

Por eso, Andrés Guilló ha tenido la excelente idea de ofrecernos una continuación de aquel enigma, que se inicia de un modo tan estremecedor como virulento: en el mismo sitio donde apareció el cuerpo de Esmeralda aparece ahora, dieciséis años después, el de una joven prostituta llamada Reme, que ha sido estrangulada con un pañuelo blanco de seda. El corazón de Sanchís se encoge al conocer la noticia, pero se encogerá mucho más cuando se repita el procedimiento con otra prostituta, que replica los detalles del crimen: un pañuelo de seda, ausencia de agresiones sexuales, ninguna pista aparente.

Y ahora llega el momento en que ustedes, lo sé, van a odiarme, porque no les voy a suministrar más detalles. Se trata de un enigma policial y no seré yo quien les estropee el placer de irlo desvelando página a página, de la mano de Manuel Sanchís, de Carlos, de Bernardo o de Margarita. ¿Que les va a encantar? Lo doy por seguro. ¿Que al terminarla sonreirán de placer, pensando que puede haber una tercera parte? También lo doy por seguro. Una forma intensa y maravillosa de terminar el año literario 2025.

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