Cuando
leí la última novela del ilicitano Andrés Guilló Javaloyes (https://rubencastillo.blogspot.com/2024/10/interior-dia.html) me dejó
unas sensaciones tan agradables que, al caer en mis manos por cortesía del
autor la que publicó en 2021 (Esmeralda sin brillo), no he tenido que
pensármelo mucho para sumergirme en sus páginas. Y la fascinación lectora, para
mi gozo, se repite: vuelvo a encontrarme con un buen constructor de historias,
que mima el dibujo de sus personajes y que alcanza momentos gloriosos en los
diálogos.
Déjenme
que les presente a algunos de los protagonistas: observen primeramente a la
bella Josefina Alarcón, que en las manos habilidosas del empresario Justo
Ortega se convierte en la vedete Esmeralda Imperio e irrumpe en el mundo
escénico de la década de los 50. Sencilla de alma, pero escultural de cuerpo,
la joven tendrá que mantenerse serena en medio de odios (Dora Tomás) y
adulaciones tentadoras (el marqués de Turia), aunque contará con el apoyo
inequívoco de su madre y de Paquito (su modisto), además de entregarse sin
reservas al amor arrebatado de Vicente (hijo de una familia de alcurnia, que no
ve con buenos ojos su relación con la muchacha, por la moralidad “dudosa” de su
oficio). Durante los siguientes años, Esmeralda no sólo recibirá aplausos, sino
que también sufrirá traiciones, engaños, desdenes y durísimos golpes
emocionales, que irán curtiendo su corazón. Y de pronto, en la cúspide de su
fama, Vicente y ella son encontrados muertos en la bañera, con el gas inundando
la casa. Todo apunta a un accidente o un suicidio, pero el inspector Manuel
Sanchís no termina de quedar convencido con esa explicación. ¿Por qué habría de
suicidarse una persona en pleno éxito amoroso y profesional? Reacio a aceptar
esa respuesta, que se le antoja demasiado improbable, comienza sus
investigaciones… hasta que desde las más altas instancias se le presiona para
que abandone sus pesquisas y acepte la versión oficial. ¿Quién (y por qué) está
moviendo los hilos para impedir que la verdad salga a la luz?
Andrés
Guilló, moviéndose en varios planos temporales que van confluyendo al final de
la novela, nos permite ir descubriendo todos los hilos de una telaraña terrible
e inquietante, que absorbe y cautiva. Y lo hace además (vuelvo a insistir,
porque me parece uno de sus logros narrativos capitales) mediante personajes
densos, bien construidos, iluminados por virtudes y mancillados por flaquezas,
que nos transmiten una poderosa sensación de verdad y de vida.
Hay que leerla.
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