miércoles, 30 de abril de 2025

La ilustre casa de Ramires

 


En la última página de esta excepcional novela de Eça de Queirós, el personaje de Juan Gouveia reflexiona en voz alta sobre las virtudes y defectos del protagonista, don Gonzalo Mendes Ramires, el más antiguo hidalgo de su país, “afable joven, esbelto y rubio, de blancura de porcelana, con ojos alegres que fácilmente se enternecían, distinguido, elegante”. Sabe de su noble abolengo, sabe de sus miserias, sabe de su ira y de su bondad; y por eso se permite preguntar a quienes lo rodean: “¿Saben ustedes a quién me recuerda?”. La respuesta a ese interrogante retórico constituye la médula misma de La ilustre casa de Ramires, un maravilloso retrato sobre el último representante de una familia que, desde hace muchas décadas (mil años, exagera él), ha sido lo más elevado y respetable de la sociedad portuguesa. Ese hombre, don Gonzalo, vive ahora chapoteando en una situación que juzga innoble: se alejó de Cavalleiro, un petimetre que cortejaba (y luego abandonó) a su hermana Gracia, pero las caprichosas circunstancias de la política han querido que ahora Cavalleiro sea un hombre influyente que, tras la muerte del diputado Sanches Lucena, ha de proponer a su sucesor, quien quedará encumbrado en Lisboa. En el capítulo IV se resume el espíritu de su pensamiento: “Los portugueses nos dividimos en dos clases: cinco o seis millones que trabajan la hacienda y viven de ella, como Barrolo, y que pagan; y unos treinta individuos que forman en Lisboa la parcería gobernante. Ahora bien, yo por gusto, por necesidad, por tradición familiar, deseo mandar en la hacienda. Pero para ingresar en la parcería política, el ciudadano portugués necesita ser diputado, así como para entrar en la magistratura hay que ser licenciado. Por eso quiero comenzar como diputado, para acabar como gobernante”.

En ese camino también interviene de forma involuntaria su amigo José Lucio Castañeiro, quien está interesado en publicar la pequeña novelita sobre sus antepasados que anda escribiendo el protagonista y que sin duda servirá para despertar las conciencias en un país que ha olvidado ya el esplendor de su pasado (“Portugal está muriendo por falta de sentimiento nacional. Morimos suciamente del mal de no ser portugueses”).

Don Gonzalo no dudará en agachar las orejas y buscar de nuevo la amistad de Cavalleiro, consciente de que lo necesita para medrar en el mundo político. Y se verá obligado a tragar mucha saliva cuando compruebe que su antiguo camarada vuelve a cercar eróticamente a su hermana, pese a saberla ya casada con Barrolo. ¿Consentirá con esa humillación adúltera o se rebelará?

La ilustre casa de Ramires se yergue como un relato poderoso, inteligente y muy agudo, que investiga en los entresijos del alma y que nos conduce por laberintos de dignidad y bajeza, de temblores y gallardía, a la vez que nos permite conocer mejor a nuestros vecinos del oeste, siempre tan cercanos y tan lejanos. Me parece una novela imprescindible.

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