Refiere
la tradición histórica que Bencomo (nominado también de otras maneras:
Benchomo, Benytomo…) fue un mencey que, en la segunda mitad del siglo XV,
lideró la resistencia guanche contra la invasión castellana en la isla de
Tenerife. Su muerte, aunque no del todo aclarada documentalmente, parece que
acaeció en la batalla de Aguere en el año 1495. Y su figura ha quedado, desde
entonces, convertida en símbolo de la resistencia insular frente a la conquista
peninsular.
Lo
que muchas personas no saben (pero César Fernández García sí, y nos lo cuenta
en este libro) es que el cuerpo de Bencomo fue embalsamado por sus seguidores y
escondido, junto con un deslumbrante tesoro de oro y joyas, en un lugar
impreciso de la isla. En vano lo han buscado durante siglos los aventureros y
los especialistas: jamás ha sido hallado.
Ahora,
un experto en arqueología llamado Juan Andrés (que ha salido de la cárcel tras
purgar un delito que no cometió), acompañado por su hijo Ramón (que vive con
unos padres adoptivos, avergonzado por la condición criminal de Juan Andrés),
viajan hasta Tenerife para pasar quince días juntos y retomar los vínculos
familiares. Pero lo que el chico ignora es que su progenitor ha organizado esta
estancia con un objetivo: seguir cierta pista escondida en un viejo cuadro del
siglo XIX y llegar hasta la cueva donde están escondidos el cuerpo y el tesoro
del líder guanche, para entregarlo todo a un museo y reivindicar su honradez.
Por supuesto, habrá un oponente dispuesto a torpedear su búsqueda (Jorge
Leyva), y nada les resultará tan fácil como pensaban al principio.
Insisto con César Fernández porque, en mi opinión, es un novelista estupendo (y obsérvese que he prescindido del adjetivo “juvenil”, porque sus excelentes obras no se circunscriben a ese ámbito). Seguiré con él, sin duda. Y les recomendaría que hiciesen ustedes la prueba.
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