martes, 15 de abril de 2025

Vida de Leonardo

 


Si tuviéramos que comparar a Leonardo da Vinci con una edificación no sería desde luego con un cobertizo, ni con un chalet adosado, ni siquiera con ese tipo de viviendas a las que ahora, de forma pedestre, llaman “casoplones”: es seguro que elegiríamos un rascacielos o, para estar más en consonancia con su época, una catedral. Bien. Admitamos que Leonardo es una catedral. No resulta, desde luego, hiperbólico. Y nosotros, que somos los visitantes de esa catedral, seguro que nos quedamos desde el principio extasiados ante sus columnas, sus esculturas, su diseño arquitectónico o su acústica increíble. Pero detengámonos un momento. ¿De qué modo se llega a ser una catedral? ¿Cómo se construye cada vidriera? ¿Cómo se perfila cada arbotante? ¿Cómo se equilibra la bóveda? ¿Cómo se traza su ábside? En suma, ¿cómo se llega a ser lo que se es?

El estudioso Carlo Vecce, conocedor exhaustivo del mundo renacentista, aborda en este contundente tomo (casi setecientas páginas), que Alfaguara publica en la traducción de Carlos Gumpert, la figura poliédrica (catedralicia) de Leonardo. Y no lo hace desde la fantasía o el éxtasis hagiográfico, sino desde el más profundo rigor, sumergiéndose en legajos, protocolos notariales y cartas de sus coetáneos, para ofrecernos un panorama tan detallado como indiscutible, lleno de nombres, fechas y parentescos. Pero (y aquí el pero es crucial) logrando a la vez que su narración mantenga una loable amenidad que la aproxima casi al espíritu de una novela. Veremos al joven Leonardo, hijo bastardo del notario Piero da Vinci y de una esclava circasiana a la que se conoce como Caterina (cuyos gastos funerarios sufragó el humanista en junio de 1494); lo vemos interesarse por la escritura especular desde la infancia; advertimos su admiración por Ovidio y sus Metamorfosis (véase la página 134); nos asombrará su temprana curiosidad por el mundo de los fósiles (página 237); disfrutaremos sabiendo más sobre su vinculación con el maravilloso artista Alberto Durero (página 293); conoceremos al detalle sus implicaciones (más como víctima que como fautor) en la política de su tiempo; tendremos noticia de sus costumbres gastronómicas, con el listado de alimentos que eran frecuentes en su mesa (página 370); sabremos más de sus rivalidades legendarias en el mundo del arte (el capítulo 12 se titula, y no les digo más, “El duelo con Miguel Ángel”); y, entre mil noticias fascinantes más, se nos resumirán los detalles compositivos e históricos que rodean a sus obras principales.

Por supuesto, tampoco se omiten en este volumen referencias detalladas a “la compleja e indefinida sexualidad de Leonardo” (página 98), a su obsesión por anotar en cuadernos y hojas sueltas todas sus ideas (“Leonardo tiene hambre de papel”, página 177) o al triste momento de su muerte (una escena que desarrolla en la página 572 y que emocionará a quienes tengan gatos).

Biografía monumental, esta Vida de Leonardo resultará utilísima para cualquier lector, tanto si es especialista en arte (porque ofrece informaciones nuevas, extraídas de documentos originales) como si solamente desea acercarse de forma “novelesca” a uno de los más grandes genios de la historia. Imprescindible.

No hay comentarios: