Afirma su
currículum oficial que “desarrolló durante cuarenta años tareas de Director
Comercial, responsable de objetivos de Ventas y dirección de Equipos Humanos”,
pero la vida lo ha colocado, al cabo de mil vueltas y laberintos, ante su
auténtica profesión: ser abuelo. Y a fe que José Ángel Castillo Vicente cumple
con elegancia, rotundidad y buenos versos ese cometido delicioso y
reconfortante, como podemos ver en el volumen Abuelos y nietos.
En él
descubrimos al hombre que, instalado en la senectud, advierte cuáles son las
cosas importantes de la vida y se aboca a disfrutarlas: pasear con la persona
amada, tras décadas de convivencia (“Subiendo la cuesta”); valorar la belleza
de las procesiones en su ciudad (“Viernes Santo”); reflexionar sobre la ternura
que se esconde en los objetos más cotidianos, en los que a veces no fijamos
como deberíamos la atención (“La silleta”); acompañar a la familia a una
jornada playera, cargados con mil cachivaches felices (“De soles y sombrillas”);
advertir la decadencia del cuerpo, pero saber que aún quedan amaneceres para
compartir con los seres queridos (“Punto de equilibrio”); dedicar inmensos
poemas a la memoria del padre y la madre; y, sobre todo, canalizar toda la
ternura, todo el afecto, todo el mimo hacia esas personitas que, hijos de tus
hijos, corretean por el salón, “te abrazan y montan su verbena” y generan un
“gran torbellino de luz”.
El poeta
lo consigue utilizando con notable destreza los versos de arte menor y de arte
mayor, divirtiéndose con rimas juguetonas y combinando habilidosamente momentos
serios y jocosos, que inducen en los lectores numerosos toboganes emocionales
que los llevan de la sonrisa a la gravedad. El resultado es un libro que muchos
padres y abuelos disfrutarán hoy, y que muchos nietos entenderán dentro de unos
años.
1 comentario:
Arriesgando...me gusta ¡Hecatombe poética! 😁🥰💋
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