viernes, 26 de julio de 2019

Malos días




Hay días que son gozo, días que son tortura y días que se incorporan a la cloaca gris de lo indiferente. Pero de todos ellos se puede trazar, si se dispone de talento y de pericia narrativa, un relato espléndido, porque la literatura siempre ha estado en la forma en que se miran las cosas, en el enfoque que utilizamos para pirograbarlas en las pupilas y el cerebro de los lectores.
Victoria Pelayo Rapado, en su hermoso trabajo Malos días (De la luna libros), nos ofrece una demostración incuestionable de esa posibilidad. Por sus páginas desfilan personajes de sexos y edades diferentes, que se tienen que enfrentar a jornadas especiales, a horas de inflexión en las que sus vidas quedarán alteradas de un modo irreversible; y quien lee siente que los latidos de su corazón (más rápidos o más lentos, sonrientes o perturbados) se amoldan al ritmo que la autora zamorana imprime a sus textos.
Conoceremos así a Ángel, un joven que acepta un delicado y angustioso trabajo por el que le pagarán muy bien, pero que lo acongojará; y a Montse, una extraña sordomuda que trabaja como limpiadora en un hotel; y al padre y al hijo que, tras veinticinco años de separación orgullosa e inútil, se reencuentran en la casa del anciano; y a la muchacha que da a luz sin ayuda en el suelo de la cocina; y al agobiado repartidor que experimenta la ansiedad de estar sin tabaco, y que lo busca en todos los lugares donde realiza entregas; y a la tanatopractora que se siente minusvalorada, a pesar de la importancia de su actividad; y a muchos otros personajes que, diminutos y anónimos, circulan por el mundo con su cargamento de tristezas, alegrías y decepciones.
Gran libro, sin duda, que se lee con la gratitud que todos los buenos degustadores de literatura experimentamos hacia las personas que se preocupan de componer buenas obras.

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