miércoles, 24 de julio de 2019

Los hombres me explican cosas




Lo explica la norteamericana Rebecca Solnit con una metáfora exacta y luminosa: “Una mujer camina por una carretera de mil kilómetros. A los veinte minutos de empezar a caminar, ellos proclaman que aún le quedan novecientos noventa y nueve kilómetros por andar y que no lo conseguirá” (p.127). Se trata, en efecto, del acostumbrado enfoque cruel o derrotista que el machismo más energúmeno suele dedicar, con sonrisa displicente (en el mejor de los casos), a las mujeres que trabajan para el reconocimiento de la igualdad que les permita no verse convertidas en objetos o seres de segunda categoría.
En estos ensayos, que traduce Paula Martín Ponz para el sello Capitán Swing (por cierto, un buen detalle de la editorial el de poner el nombre de la traductora en portada. A ver si cunde el ejemplo) nos explica Rebecca Solnit que los hombres, secularmente, han vivido en un “archipiélago de arrogancia” (p.15) y que eso les ha permitido instalarse y vivir con absoluto confort en “Machistán” (p.34), el país sin fronteras de los brutoides. De tal modo que cada vez que se producía, por ejemplo, una violación, los resortes periodísticos o judiciales se repetían sin cambios: “Cada una de ellas, invariablemente, se presenta como un incidente aislado. Los puntos del dibujo están situados unos tan cerca de otros que son salpicaduras que se funden en una mancha, pero casi nadie conecta uno con otro o le pone nombre a la mancha” (p.39). O se tiende, de una forma aún más bochornosa, a culpabilizar a la víctima, porque paseaba sola de noche por una calle o plaza, vestía de un determinado modo o se atrevió a sonreír (o a no sonreír) al mastuerzo de turno.
Rebecca Solnit acude a todo tipo de fuentes serias para explicarnos la situación en que vivimos: ideas de Virginia Woolf, noticias aparecidas en los principales periódicos y televisiones del mundo, y hasta abrumadoras notas de instituciones médicas (por ejemplo, el informe emitido por el Journal of The American Medical Association, donde se precisaba que “la violencia doméstica es la principal causa de lesiones en mujeres entre los quince y los cuarenta y cuatro años; esta causa es más común que todas las muertes derivadas de accidentes automovilísticos, atracos y cáncer juntas”).
El resultado es un volumen lleno de devastaciones, pero también lleno de esperanza, porque cuando las ideas justas y las reflexiones inteligentes se ponen en funcionamiento y salen a extenderse por el mundo ya no hay vuelta atrás. Costará tiempo y esfuerzo, pero la victoria acabará por llegar. O, como la propia Solnit indica: “Hay gente que muere en esta guerra, pero las ideas no pueden ser eliminadas”.

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