Lo explica la norteamericana
Rebecca Solnit con una metáfora exacta y luminosa: “Una mujer camina por una
carretera de mil kilómetros. A los veinte minutos de empezar a caminar, ellos
proclaman que aún le quedan novecientos noventa y nueve kilómetros por andar y
que no lo conseguirá” (p.127). Se trata, en efecto, del acostumbrado enfoque
cruel o derrotista que el machismo más energúmeno suele dedicar, con sonrisa
displicente (en el mejor de los casos), a las mujeres que trabajan para el
reconocimiento de la igualdad que les permita no verse convertidas en objetos o
seres de segunda categoría.
En estos ensayos, que traduce
Paula Martín Ponz para el sello Capitán Swing (por cierto, un buen detalle de
la editorial el de poner el nombre de la traductora en portada. A ver si cunde
el ejemplo) nos explica Rebecca Solnit que los hombres, secularmente, han
vivido en un “archipiélago de arrogancia” (p.15) y que eso les ha permitido
instalarse y vivir con absoluto confort en “Machistán” (p.34), el país sin
fronteras de los brutoides. De tal modo que cada vez que se producía, por
ejemplo, una violación, los resortes periodísticos o judiciales se repetían sin
cambios: “Cada una de ellas, invariablemente, se presenta como un incidente
aislado. Los puntos del dibujo están situados unos tan cerca de otros que son
salpicaduras que se funden en una mancha, pero casi nadie conecta uno con otro
o le pone nombre a la mancha” (p.39). O se tiende, de una forma aún más
bochornosa, a culpabilizar a la víctima, porque paseaba sola de noche por una
calle o plaza, vestía de un determinado modo o se atrevió a sonreír (o a no sonreír)
al mastuerzo de turno.
Rebecca Solnit acude a todo
tipo de fuentes serias para explicarnos la situación en que vivimos: ideas de
Virginia Woolf, noticias aparecidas en los principales periódicos y
televisiones del mundo, y hasta abrumadoras notas de instituciones médicas (por
ejemplo, el informe emitido por el Journal of The American Medical
Association, donde se precisaba que “la violencia doméstica es la principal
causa de lesiones en mujeres entre los quince y los cuarenta y cuatro años;
esta causa es más común que todas las muertes derivadas de accidentes
automovilísticos, atracos y cáncer juntas”).
El resultado es un volumen
lleno de devastaciones, pero también lleno de esperanza, porque cuando las
ideas justas y las reflexiones inteligentes se ponen en funcionamiento y salen
a extenderse por el mundo ya no hay vuelta atrás. Costará tiempo y esfuerzo,
pero la victoria acabará por llegar. O, como la propia Solnit indica: “Hay
gente que muere en esta guerra, pero las ideas no pueden ser eliminadas”.
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