viernes, 19 de julio de 2019

Las sinsombrero




En cada lista donde se intenta resumir la generación del 98 o la generación del 27 (por citar dos bloques consolidados e ilustres) se producen divergencias con otras listas: se incluye a éste o se excluye al otro, se considera que existe un guía de la generación o se desecha esa posibilidad, etc. Pero existe una tónica común que las iguala de forma inmisericorde: dejan fuera de la nómina a todas las mujeres del grupo. Quizá algunas personas, con expresión disconforme, argumenten que no es así, pero la evidencia crítica es tan aplastante que apenas registra algunas leves excepciones. Las escritoras, diluidas en el grupo, pasan a ser preteridas o directamente olvidadas, incluso por sus mismos y “amables” compañeros, que las omiten en sus antologías y que no las suelen mencionar en aquellas entrevistas donde enumeran sus preferencias literarias.
Tània Balló se propuso abordar una investigación donde se reflejase la labor de estas mujeres ocultas, secretamente brillantes, inquietas y modernas; e inició su trabajo con las artistas (literarias y plásticas) del 27, que aparecían en las fotos del grupo, en las revistas de la época… pero que luego fueron silenciadas de forma casi unánime por la Historia de la Literatura.
En este volumen, enriquecido con los rostros muchas veces ignorados de dichas mujeres, nos encontramos con Margarita Manso (amiga de Federico García Lorca y Salvador Dalí, casada posteriormente con un falangista y protagonista de una impresionante escena sexual), Marga Gil Roësset (escultora sensible y enérgica que se enamoró de Juan Ramón Jiménez y acabó suicidándose, tras destruir una buena parte de su obra a martillazos), Concha Méndez (novia juvenil de Luis Buñuel, editora y gran viajera, que terminó sus días en el exilio mexicano, tras la guerra civil), Maruja Mallo (quien a pesar de haber sido pareja de Rafael Alberti durante años fue omitida por éste en sus memorias. Artista plástica que, ya en su ancianidad, vio cómo Pedro Almodóvar o Madonna se hacían con obras suyas), Ángeles Santos (creadora vallisoletana a quien Balló no duda en calificar como “una de las mejores pintoras del siglo XX”), María Zambrano (discípula de José Ortega y Gasset y gran luchadora por la República), María Teresa León (sobrina de María Goyri y Ramón Menéndez Pidal, que ha quedado a la sombra de su esposo Rafael Alberti, pese a la alta calidad de su obra. El alzheimer la derrotó en sus últimos años), Rosa Chacel (sobrina nieta de Zorrilla, empezó a leer a los 3 años. Empezó en el mundo de la escultura, pero luego pasó a la literatura. Esposa de Juan José Domenchina. Pidió su ingreso en el Opus Dei en 1952 y murió en 1999, sin obtener el reconocimiento global que merecía) y Josefina de la Torre (actriz, poeta y soprano, mantuvo un romance con Luis Buñuel. Fue ingresando en el olvido año tras año, aunque intervino en breves papeles televisivos, como en la serie “Anillos de oro”).
Con este trabajo de investigación y recuperación, Tània Balló contribuye de una manera poderosa al restablecimiento de la justicia artística, que tan esquiva se había mostrado con estas mujeres sin sombrero, intrépidas y avanzadas. Es un primer peldaño importantísimo.

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