Leo la
estupenda biografía Cagliostro, de
Roberto Gervaso, traducida por María Moreu (Espasa-Calpe, Madrid, 1977); y lo
hago con entusiasmo y con pasión. Qué espléndido dibujo de una vida. El
personaje, desde luego, era ya novelesco de por sí: fue un reconocido
estafador, prostituyó a su mujer, conoció al seductor Giacomo Casanova, vivió durante
seis meses en Barcelona, fue curado de la sífilis en Alicante, ingresó en la
masonería (en el año 1777), etc.
Ahora
bien, con esos esplendorosos materiales un biógrafo mediocre o aturullado
podría haber compuesto una porquería de libro, y no esta maravilla que ahora
concluyo. Se demuestra así, una vez más, que el atractivo de una obra no reside
de forma esencial en lo que se cuenta, sino en la forma. Y ahí Gervaso
demuestra ser un auténtico maestro.
Me ha
impresionado especialmente la parte final, cuando se narran las infinitas
vicisitudes que debió arrostrar Cagliostro en la cárcel. Pone los pelos de
punta (a mí me los ha puesto) la saña de la Iglesia Católica con los disidentes
(en el caso que nos ocupa, cuatro larguísimos años llenos de crueldad inaudita).
Un
trabajo impresionante, que recomiendo con fervor.
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