Releo El escritor y sus fantasmas, de Ernesto
Sábato, e inevitablemente vuelvo a maravillarme con sus ideas, con su prosa,
con sus erudiciones y con su capacidad para hacer que el lector se intrigue o
interese por asuntos que, apenas unas horas antes, ni siquiera habían pasado
(quizá) por su mente. El narrador argentino era un auténtico maestro, no cabe
duda.
Ahora,
fruto del entusiasmo que esta relectura me depara, podría glosar con
delectación las múltiples reflexiones que Sábato lanza en estas páginas: analizar
su interés y profundidad, enlazarlas con otros autores, etc. Pero estoy
pensando en algo mucho mejor: voy a trasladar a esta reseña sus palabras
exactas, para que los lectores las disfruten sin intermediarios. Dicho por él,
mejor que dicho por mí. Me cubro, pues, con los ropajes del Pontífice y
procedo…
“Toda
cultura es híbrida”. “En cuanto a la técnica, considero legítimo todo lo que es
útil para los fines perseguidos, e ilegítimas aquellas innovaciones que se
hacen por la innovación misma”. “La condición más preciosa del creador es el
fanatismo. Tiene que tener una obsesión fanática, nada debe anteponerse a su
creación, debe sacrificarse cualquier cosa a ella. Sin ese fanatismo no se
puede hacer nada importante”. “No hay grandes temas y temas insignificantes:
hay escritores grandes y escritores insignificantes”. “No hay peor
conservatismo que el de los revolucionarios triunfantes”. “La madurez de un
hombre comienza cuando advierte sus limitaciones”. “No hay gran novela que en
última instancia no sea poesía”. “Los hombres escriben ficciones porque están
encarnados, porque son imperfectos. Un Dios no escribe novelas”.
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