lunes, 22 de julio de 2019

A pie de aula




La profesora Aurora Gil Bohórquez, siempre tan atenta a todos los detalles del mundo de la enseñanza, nos plantea en este volumen, encabezado con un prólogo de Mariano Caballero Carpena, temas tan interesantes y tan controvertidos como la necesidad de plantear una política inteligente y razonada de itinerarios en el mundo escolar (“¿Todos iguales?”); o razona sobre la conveniencia de que los centros reinstauren la norma de que todos los alumnos vistan con uniforme, lo cual equipararía muchos más a los estudiantes, por encima de marcas, modas, caprichos, capacidad económica de los progenitores o gustos personales, a veces discutibles (“Uniformes”); o se detiene a analizar la influencia que pueda tener la televisión sobre ciertos comportamientos soeces de los alumnos, como la moda de enseñar el culo a las primeras de cambio, como forma de burla o de gran alegría (“Hacer un calvo”); o analiza el doble absurdo de las chicas modernas a ultranza y las chicas ñoñas de antaño, ambas representantes de modelos equivocados y alienantes, y ambas condenadas al fracaso personal (“Entre la Juani y la Laura”); o reflexiona, dolida, contundente, lúcida, sobre el papel cada vez menos reconocido de los profesores en la sociedad actual, que cree compensarlos de todos los escarnios y todas las vejaciones que sufren con la golosina de los dos meses de vacaciones (“Ser profesor”); o indica posibles innovaciones europeas que sería bueno incorporar al sistema de enseñanza español, anticuado y casi obsoleto (“Cañones en las aulas”); o explica las bondades que podrían derivarse de una biblioteca escolar que estuviese bien dotada, y administrada con mimo e inteligencia; o de la sanísima costumbre (que la autora aboga por recuperar) de leer en el aula, apoyada por las iniciativas más variopintas: establecer un horario de lectura en la biblioteca o llevar a escritores para que lean cosas a los alumnos; o reflexiona sensatamente sobre el desbordamiento marketiniano de los libros de Harry Potter, tan millonarios en ventas como inútiles para crear lectores continuos (“Mientras llega Harry”); o se manifiesta con nitidez por la necesidad de un criterio correctivo que permita mejorar la expresión escrita de los alumnos, lejos de bobadas pseudoprogres (“Ortografía”); o reivindica la imperiosa necesidad de que los profesores sean ayudados en su tarea de reciclaje tecnológico, para que la mejora de la calidad de enseñanza sea un hecho tangible, y no un puro deseo (“Un anunciado fracaso escolar”); o se detiene a lanzar su crítica a las modas indumentarias execrables, que infaman el aspecto de las clases (“El bañador en las aulas”); o se alarma por el revanchismo ideológico que aqueja a los políticos, más preocupados de eliminar lo que hizo el anterior en materia educativa que por buscar soluciones eficaces para el caos que encuentran (“Con la educación seguimos topando”); o constata cómo los primores de la caligrafía han sido sustituidos por un caos ágrafo de creciente horripilancia (“Letra de médico”); o, en fin, ironiza cachazudamente sobre los antropónimos modernos, influidos por la moda, el cine y la televisión (“Todos quieren a Jessica”). 
Como podrá observarse, he realizado una larga y proteica enumeración, pero puedo asegurar que no agota ni de lejos los abundantes caudales y las abundantes sugerencias que este libro nos arroja a todos, profesores, padres y alumnos, para que reflexionemos sobre el estado preocupante de nuestro sistema educativo. Con un lenguaje diáfano y con un profundo conocimiento del tema, la profesora Aurora Gil Bohórquez nos ofrece un análisis tan digno de elogio como de obligada lectura.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Me parece admirable de verdad... Aunque yo estudié educación Especial primero, Infantil después, no fue por vocación, fue por obligación, porque para nada iban mis aspiraciones por esos derroteros, puede que por eso no disfruté nunca la enseñanza o muy pocas veces, los niños se convirtieron para mí en un agobio y en un estrés continuo, por eso hace años lo dejé; admiro tanto a los profesores y maestros que no tiran la toalla...

Besitos 💋💋💋