Qué
difícil (y qué increíblemente bien lo hace Marisa López Soria) es escribir
versos para niños. Lo normal es que el intento se quede en una ñoñería o en una
futesa, que los mayores leemos en voz alta para nuestros hijos con apuro, casi
con vergüenza. Pero como Marisa no es normal el resultado de estos Diversopoemas
(que completa con las simpáticas ilustraciones de Isidro Ferrer) es bellísimo y
digno de aplauso.
El
tren, el otoño, los tigres, la vecina con malas pulgas, un paso de cebra, la
merienda a base de chocolate, un erizo o un peluquero son argumentos sobrados
para que la gracia musical de la autora juguetee con los vocablos, les extraiga
unos tonos seductores, deje que su imaginación se dispare y provoque sonrisas
en sus infantiles (o no tan infantiles) lectores. “Antaño de Maricastaño”
(p.27), “Nana” (p.57) o “Urgencia” (p.91) son algunas de las composiciones que
juzgo mejores de este tomo, donde el humor, la ternura y el desparpajo se
mezclan con las más atrevidas metáforas.
No pierde brillantez con el paso de los años.
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