viernes, 14 de febrero de 2025

Sonetos del amor oscuro

 


Releo, en la deliciosa edición de Ya lo dijo Casimiro Parker, los impresionantes Sonetos del amor oscuro de Federico García Lorca, aquel palpitante homenaje de amor secreto, escondido, cobijado, que el poeta compuso en sus últimos tiempos y que, hasta medio siglo después de su asesinato, no salieron a la luz de forma completa y rigurosa.

Y, al releerlos, vuelvo a estremecerme con su dignidad desgarrada, con su elevada estatura lírica, con su verdad pura. En ellos siento a Federico, como si el vate granadino recitara las palabras muy cerca de mí; y tengo siempre la sensación (quizá me equivoque) de que el poeta estaba preparándose, fortaleciéndose, para pronunciar de una vez su verdad frente al mundo, para vulnerar la oscuridad y decirse abiertamente. En ese sentido, los versos que se deslizan ante nuestros ojos (y que estremecen la piel si son recitados o escuchados en voz alta) actúan como las láminas de metal que se unían para conformar las lorigas: son y protegen, muestran y defienden. Debajo de ellas se encuentra el corazón, que late como un cachorro, pía como un gorrión y, también, ruge como una pantera. Federico está aquí en su más pura esencia: junco y acero. Discúlpenme: no lo sé decir mejor. Pero léanlo y quizá lo entiendan.

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