“He
vivido más años de los que vivieron mi padre o mi madre. Hoy no hay
prácticamente nadie vivo que los haya conocido. Y yo soy, por ello, la única
persona que conoce estas cosas y puede preservar estas memorias”. Así se
expresa el norteamericano Richard Ford en la página 157 de su obra Entre
ellos, que leo en la traducción que Jesús Zulaika preparó para el sello
Anagrama. Y ese parece ser, desde luego, uno de los motores de esta hermosa
narración, donde se intenta recuperar las figuras de Parker Ford y de Edna
Akin, progenitores del novelista.
El
primero fue viajante de comercio y es definido como un hombre jovial, alto,
risueño y robusto; mientras que su esposa “era guapa, tenía el pelo negro y era
menuda y de formas turgentes, divertida, ingeniosa, habladora” (p.24). Durante
los primeros años de su matrimonio viajaban juntos, hospedándose en lugares
baratos por toda la ruta comercial de Parker; y en 1944, cuando posiblemente ya
no lo esperaban, tuvieron a Richard, “hijo tardío y único” (p.28). A partir de
ese instante, Richard nos habla de los cambios de vivienda o trabajo; de la
forma en que sus padres entendían la vida social o religiosa en su comunidad;
de su vínculo estrechísimo (estaban acostumbrados a hacerlo todo juntos); de
las erosiones de la salud: el primer problema cardíaco de su padre en 1948, su
muerte súbita en 1960 (la escena en que Richard, apenas un quinceañero, intenta
hacerle la respiración artificial para reanimarlo es sobrecogedora), el cáncer
de mama de Edna en 1973; y también, y sobre todo, de la forma en que su visión
sobre ellos se ha ido modulando y completando con el paso del tiempo.
Sin
exageraciones, sin idealizaciones y sin excesos melodramáticos, Richard Ford
nos ofrece el retrato de unas vidas que, siendo grises e insignificantes,
trazaron el origen de la suya y lo fueron encauzando y construyendo.
Un bonito homenaje.
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