miércoles, 12 de febrero de 2025

Los últimos días de Immanuel Kant

 


Con un arranque cuyo optimismo quizá ha limado el transcurrir de las décadas (“Doy por hecho que toda persona instruida mostrará cierto interés en conocer la historia personal de Immanuel Kant”), el británico Thomas de Quincey empieza a contarnos cómo fueron los últimos días del filósofo de Könisberg, una de las mentes más deslumbrantes y seductoras de la Historia. Para ello, el escritor se auxilia con las memorias de Ehregott Andreas Christoph Wasianski (1755 - 1831), un teólogo alemán que convivió estrechamente con el filósofo en sus últimos tiempos; y utiliza también los “testimonios colaterales de Jachmann, Rink, Borowski y otros” (p.14).

Uno de los primeros elementos que ocupan su atención son las cenas que Kant organizaba en su casa, en las cuales un número variable de personas quedaban citadas para compartir no solamente alimentos, sino también unas horas de charla y de intercambio cultural (“En la mesa de Kant, los temas de conversación afloraban principalmente de la filosofía, de la ciencia, de la química, de la meteorología, de la historia natural y, sobre todo, de la política”, p.20). Eso sí: jamás admitió la ingesta de cerveza, que se le antojaba una bebida tan desagradable como venenosa. Al final de la velada, el filósofo siempre salía a pasear, procurando respirar solamente por la nariz (puesto que consideraba esta práctica el remedio contra la tos, la ronquera y el mal estado de los pulmones).

También nos resume De Quincey la disciplina inquebrantable de sus costumbres (levantarse a las cinco de la mañana, beber té y fumarse una pipa al día, quedarse con la mirada fija en la vieja torre de Löbenicht), así como las peculiaridades de su condición física (su extrema delgadez lo llevaba a no sudar prácticamente nunca; la progresiva degradación de sus ojos lo martirizó en sus semanas finales; su forma de hablar se volvió confusa en su última quincena de vida). Además, si acuden a la página 76 de esta edición (la que traduce Julia García Olmedo para el sello Firmamento) descubrirán el modo dulce, conmovedor y mágico en que Kant se despidió, al borde de la inconsciencia, de su amigo Wasianski; y si avanzan hasta la página 77 descubrirán cuáles fueron las últimas palabras que pronunció el autor de la Crítica de la razón pura.

Un libro delicioso y, sin duda, muy recomendable.

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