domingo, 2 de febrero de 2025

El misterio de Chichén Itzá

 


Resulta difícil resistirse (y, por otro lado, ¿qué necesidad hay de hacerlo?) a un libro que, titulándose El misterio de Chichén Itzá, llevando una sugerente imagen en la cubierta y siendo respaldado por un sello como Edebé, se coloca entre nuestras manos y reclama nuestra atención lectora. Así que, rendido a la aventura de recorrer sus páginas, me encuentro en México y conozco a Ramona Carmona, una “taciturna y solitaria estudiante, amante de las novelas policíacas, los enigmas y los códigos secretos” (p.19), hija de una reconocida arqueóloga que fue asesinada unos años atrás y que, de forma súbita, se va a ver involucrada en una serie de episodios novelescos que incluyen muertos vivientes que abandonan de noche los cementerios, personas asesinadas y cubiertas con polvo rojo, un diario incompleto y lleno de frases opacas, anagramas que quizá ayuden a resolver el enredo de la obra, serpientes venenosas escondidas en cajas, golpes en la nuca que dejan inconsciente, coches con los cristales ahumados, pirámides con cámaras subterráneas, cenotes sagrados que esconden inquietantes cementerios subacuáticos… Seguro que, a estas alturas de la reseña, ya estarán pensando que la obra tiene muy buen aspecto. Pues sí, se lo confirmo: un aspecto inmejorable, que el autor (el chileno José Ignacio Valenzuela) completa con habilidosos saltos temporales que nos permiten reconstruir la historia desde sus orígenes hasta la actualidad, con ricos aportes culturales sobre el mundo de los mayas y, sobre todo, con un mensaje cifrado final que, tributario de Edgar Allan Poe, nos permite sonreír con la posibilidad de una segunda parte para este libro.

Añadan a esas virtudes un buen número de guiños a Arthur Conan Doyle y Agatha Christie (la protagonista es una jovencísima admiradora de ambos escritores, por influencia de su madre) y obtendrán El misterio de Chichén Itzá, una estupenda novela juvenil, que enriquecerá culturalmente a sus jóvenes, o no tan jóvenes, lectores.

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