sábado, 29 de abril de 2023

Los genios



Quizá conozcan ustedes la célebre imagen de Gabriel García Márquez, con un ojo a la funerala, fruto del derechazo espectacular que le propinó su hasta entonces íntimo amigo Mario Vargas Llosa, al grito de “¡Esto es por lo que le hiciste a Patricia!”. Y quizá sepan que ambos escritores optaron en el futuro por no aclarar el sentido de aquella frase y de aquel puñetazo, que fracturó el vínculo cordial que los unía.

Ahora, Jaime Bayly ha publicado la novela Los genios (Galaxia Gutenberg), en la cual reconstruye (o fabula) aquellos días terribles, trasladándonos un Niágara de anécdotas, detalles y personajes que giraron alrededor de la historia, hasta lograr un fresco impagable sobre la idiosincrasia y la biografía de varios monstruos sagrados de las letras del siglo XX. Para hacerse una idea aproximada (la única idea completa pasa por la lectura de la obra), vayan ustedes metiendo todos estos ingredientes en una coctelera (a ser posible, de tamaño gigante): Julio Cortázar, obsesionado con su vergonzosa condición lampiña, inyectándose hormonas que le provocaron el crecimiento no solamente de bigote y barba, sino también del pene; Cristina Peri Rossi, echando ojeadas eróticamente admirativas a Patricia, mujer de Mario Vargas Llosa; Gabriel García Márquez, supersticioso hasta la médula (cree en la “pava”) y gran frecuentador de prostitutas (con quienes no se acuesta, sino que conversa), bebiendo como una esponja, cantando vallenatos y conduciendo un BMW que se pagó con los derechos de autor de Cien años de soledad; Juan Marsé, bajito y con nariz de boxeador, bailando en Bocaccio con las mujeres más hermosas de la noche catalana; Joaquín Sabina (entonces aún Joaquín Martínez), joven y desconocido cantante español que se encandila con el reloj de Gabo, que este le regala en Londres, firmando así un pacto de amistad perpetua; Mario Vargas Llosa, en cuclillas, depilando con unas tijeras (para una película) el vello púbico de la actriz Katy Jurado, mientras la amante del escritor, de pronto, los sorprende; Carmen Balcells, Mamá Grande de las letras, haciendo topless en una playa de la Ciudad Condal; el dictador peruano Velasco Alvarado organizando un funeral (con la asistencia de Mario Vargas Llosa y Julio Ramón Ribeyro) en el que fue enterrada la pierna que le amputaron en el quirófano para salvarle la vida; otra vez Vargas Llosa, entregándole a su padre (que trabaja como camarero y al que odia por el modo en que trata a su madre) unos billetes para que se compre un buen desodorante, porque huele fatal; Kiko Ledgard, célebre presentador del Un, dos, tres, responda otra vez, consiguiendo con su verborrea que Patricia Llosa se duerma en un avión…

¿Qué porcentaje de estas anécdotas, diálogos y sorpresas pertenece al mundo de la realidad y cuál al mundo de la ficción? Créanme si les digo que no me voy a molestar en documentarme o comprobarlo, porque entiendo que sería como arrebatarle al volumen una buena dosis de su magia narrativa: Jaime Bayly ha conseguido que su prosa y su construcción novelística (realmente agradables y de sólida factura) atrapen al lector; de tal modo que adherir una etiqueta de “verdad” o de “mentira” a los diferentes episodios resultaría tan torpe como baladí. Quede esa tarea para los historiadores, los biógrafos o las personas que, implicadas en estos acontecimientos, continúan vivas. Yo me limitaré, como lector agradecido, a aplaudir por las horas de sonrisas que el tomo me ha deparado.

Hace muchos años leí La noche es virgen, de Bayly, y no recuerdo que me dejase una impronta significativa. Quizá la explicación es que era demasiado joven (me refiero a él, o a mí, o a los dos). Volveré a otras páginas suyas.

No hay comentarios: