domingo, 9 de abril de 2023

La depuración de maestros en Murcia

 


En mayo de 2001, mi admirado amigo Ramón Jiménez Madrid me dedicó el libro La depuración de maestros en Murcia (1939-1942), que él había publicado tres años antes en la Universidad de Murcia y que yo me apresuré a comprar en cuanto supe de su existencia. En esa dedicatoria (disculpadme la confidencia personal), el crítico de Águilas puso lo siguiente: “Para Rubén Castillo, por muchas cosas, entre las que no excluyo la principal: la amistad. Y en cuanto a este libro, que no pase por esta experiencia nunca”. A mí me parecen unas palabras auténticamente doradas y conmovedoras. Porque el doloroso tema que Ramón abordaba en estas páginas era (fácil resulta deducirlo, tras leer el título de la obra) el modo sañudo, agrio e inmisericorde con el que las autoridades de la dictadura franquista arremetieron contra los maestros que iniciaron su camino profesional con la II República y que, sospechosos siempre de rojez o de burdos pensamientos libertarios, fueron objeto de una depuración meticulosa y ajena a cualquier traza de compasión o espíritu conciliador.

Todos los documentos históricos que sirvieron de base para este estudio yacían en el archivo del instituto Alfonso X el Sabio, de Murcia; y en esos papeles (que el investigador añade al final como apéndice) figuran los nombres, las poblaciones, los cargos que se les imputaban y la resolución finalmente adoptada. Huelga decir que la misericordia o la liviandad no fueron la tónica dominante en las estiradas y prepotentes Comisiones de Depuración. Como detalle anecdótico, puede leerse que “las primeras propuestas de separación definitiva del servicio de Magisterio se pidieron en la sesión 9 (11 de octubre) y lo fueron para…” (p.53). ¿Desean por ventura conocer el nombre del primer objetivo? Pues sonrían con la broma del azar: un maestro de Mazarrón que se llamaba Francisco Franco.

En estas hojas queda patente el rencor de los depuradores, el fino escrúpulo con el que se aplicaron a la tarea de erosionar vidas y famas, la almidonada acrimonia con la que alinearon nombres y condenas, sin que les temblasen ni la mano ni el corazón. Y eso que, como bien señala Ramón Jiménez Madrid en la página 83, “la depuración afectó asimismo en el sector de la enseñanza media sin que, y no deja de ser paradoja, no quede ni un solo papel sobre dicha materia en el Instituto”. Es evidente que deben encontrarse en otro emplazamiento, quizá no tan recóndito como en un principio pudiera pensarse: lanzado queda el guante investigador para quienes deseen completar este necesario recordatorio de cómo la guerra (son palabras de un conocido escritor) no trajo la paz, sino la Victoria.

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