La
historia que plantea Carmen Conde en Creció espesa la yerba… seguramente
es tan vieja como la Humanidad, pero esa evidencia (incontestable, creo yo) no
resta ni un gramo de interés a su desarrollo novelístico; y, sobre todo, a su finalización,
porque la académica explora en sus últimas páginas un giro argumental lleno de
interés y sorpresas. Acudamos a un pequeño resumen, que sirva para situarnos
mejor: Laura es una mujer independiente, que ya rebasó los cuarenta años y que
(no se dan más detalles) “estuvo casada”. Mientras se dirige en su coche hacia
la costa murciana, recoge en la carretera a una muchacha jovencísima que dice
llamarse María y que, fundamentalmente, huye. Ahora bien, ¿de quién lo hace?
Cuando avanzamos en la lectura descubrimos el origen de su desasosiego:
Santiago, marido de su hermana Isabel, se ha metido en su cama. Y María, que al
principio recibió ese comportamiento aberrante con más estupefacción que deseo,
acaba de constatar con asombro que se ha enamorado de él. Y para evitar el
horror de esta situación, ha decidido alejarse de ambos (hermana y cuñado). ¿O
quizá huye de sí misma? Entre Laura y María se establece un extraño vínculo que
las une y relaciona. Descubrir cuáles son los matices y las causas profundas de
esa conexión es una tarea que, por supuesto, queda encomendada a cada lector.
Elegante,
honda y sutil, Carmen Conde nos lleva, apoyándose en referencias cultas a otros
textos (Gabriel Miró, Santa Teresa de Jesús, Juan Ramón Jiménez, la Biblia),
por un camino de introspección y análisis del alma femenina, que resulta
difícil de resumir y, sobre todo, difícil de olvidar. Y, en algunos momentos,
convirtiendo el habla de sus personajes en homenaje implícito a otros
escritores amados: será suficiente con recordar el momento en que María,
explicando lo que siente por Santiago y por su hermana Isabel, declama: “¡Yo
quiero separarlos, con un cuchillo si es preciso! Separarlos y hundirlo a él en
mi cuerpo hasta que se me muera dentro” (p.58). ¿No les parece estar escuchando
a una mujer de Federico García Lorca?
Una maestra, ya les digo.
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