lunes, 3 de abril de 2023

Creció espesa la yerba...

 


La historia que plantea Carmen Conde en Creció espesa la yerba… seguramente es tan vieja como la Humanidad, pero esa evidencia (incontestable, creo yo) no resta ni un gramo de interés a su desarrollo novelístico; y, sobre todo, a su finalización, porque la académica explora en sus últimas páginas un giro argumental lleno de interés y sorpresas. Acudamos a un pequeño resumen, que sirva para situarnos mejor: Laura es una mujer independiente, que ya rebasó los cuarenta años y que (no se dan más detalles) “estuvo casada”. Mientras se dirige en su coche hacia la costa murciana, recoge en la carretera a una muchacha jovencísima que dice llamarse María y que, fundamentalmente, huye. Ahora bien, ¿de quién lo hace? Cuando avanzamos en la lectura descubrimos el origen de su desasosiego: Santiago, marido de su hermana Isabel, se ha metido en su cama. Y María, que al principio recibió ese comportamiento aberrante con más estupefacción que deseo, acaba de constatar con asombro que se ha enamorado de él. Y para evitar el horror de esta situación, ha decidido alejarse de ambos (hermana y cuñado). ¿O quizá huye de sí misma? Entre Laura y María se establece un extraño vínculo que las une y relaciona. Descubrir cuáles son los matices y las causas profundas de esa conexión es una tarea que, por supuesto, queda encomendada a cada lector.

Elegante, honda y sutil, Carmen Conde nos lleva, apoyándose en referencias cultas a otros textos (Gabriel Miró, Santa Teresa de Jesús, Juan Ramón Jiménez, la Biblia), por un camino de introspección y análisis del alma femenina, que resulta difícil de resumir y, sobre todo, difícil de olvidar. Y, en algunos momentos, convirtiendo el habla de sus personajes en homenaje implícito a otros escritores amados: será suficiente con recordar el momento en que María, explicando lo que siente por Santiago y por su hermana Isabel, declama: “¡Yo quiero separarlos, con un cuchillo si es preciso! Separarlos y hundirlo a él en mi cuerpo hasta que se me muera dentro” (p.58). ¿No les parece estar escuchando a una mujer de Federico García Lorca?

Una maestra, ya les digo.

No hay comentarios: