sábado, 1 de abril de 2023

La presa

 


Las experiencias que dejan su impronta en nuestra vida pueden surgir en los momentos y lugares más insospechados. Al niño que protagoniza esta novela de Kenzaburo Oé le sorprende cuando, mientras está durmiendo en su pequeñísima aldea, un avión enemigo (el país está en guerra) se estrella en medio del bosque. Todos los varones adultos se dirigen entonces hacia el lugar del siniestro y logran capturar al único superviviente: un soldado negro de gran altura, al que conducen hasta un pequeño calabozo improvisado en una bodega. Desde ese instante, la figura del prisionero se convierte en un imán hacia el que todos se sienten impelidos, sobre todo los más pequeños: primero, como anomalía (“¡Es un negro, un negro! ¡No un enemigo!”, grita Morro de Liebre en la página 40); después, como perplejidad (“Parece un ser humano”, murmura el mismo niño en la página 78); finalmente, como entidad que se integra en la aldea (le quitan las cadenas que lo mantienen inmovilizado, lo sacan a que tome el sol y se bañe, incluso le ofrecen una cabra para que tenga un desahogo sexual). La “presa”, advertida como cosa, evoluciona hasta la condición de ser humano.

Pero en ese punto, justo cuando un narrador más torpe o maniqueo incurriría en la sandez de dibujar para esta novela un final rosa, con música de violines y sonrisas unánimes, llega la orden desde la ciudad más cercana: el prisionero debe ser entregado a las autoridades capitalinas. Los niños quedan abrumados por la inminente separación; y el soldado, consciente de que sus privilegios han tocado a su fin, enloquece, toma como rehén al niño que nos está contando la historia y atranca la puerta de la bodega para que no puedan sacarlo de allí.

El giro es tan agrio que los lectores tendrán que disponerse a contemplar a partir de ese punto varias escenas desagradables (muy desagradables, de hecho), que incluyen una violencia espantosa y un par de muertes.

Sutil, brillante y sigiloso, Kenzaburo Oé nos conduce por varios pasillos terribles de la condición humana, en una novela memorable, que traducen Yoonah Kim y Joaquín Jordá y que prologa Justo Navarro.

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Veo que la novela tiene momentos duros (muy desagradables, de hecho) afirmas en tu reseña. Pese a eso me atrae este autor del que creía haber leído algo y no, no debo de haber leído nada suyo pues por más que busco en las entrañas de mi ordenador nada veo.
Mirando por ahí he visto que "La presa" es su primera novela. Entre otros títulos hay uno -lo acabo de ver, no es que lo haya leído- titulado "Annabel Lee" como el personaje del poema de Poe que tanto asunto ha dado a otros libros, películas y canciones. Ya sólo por esto me atrae. A ver si lo localizo.
Un abrazo, Rubén