En
ocasiones, en muy raras ocasiones, ocurre que durante el viaje que realizamos
por un libro se hacen verdad las palabras estremecedoras de Walt Whitman:
“Lector, no estás leyendo un libro: estás tocando a una persona”. Y esa
sensación poderosa, cálida, melancólica, cercanísima, me ha asaltado mientras
devoraba (lo he hecho dos veces en apenas diez días) Si esto fuera una
novela, de Pilar Galán (De la luna libros). Y por eso mismo no voy a entrar
a discutir si se trata de una “novela”, de una “colección de recuerdos” o de
“diapositivas narrativas”, porque la potencia literaria de este tomo aúna todas
las etiquetas y las supera, logrando que sus líneas se graben a fuego en el
corazón de la persona que está leyendo. Yo, concretamente, no recuerdo ningún
otro volumen que me haya impresionado tanto en mis últimas dos décadas como
lector. Así de radical. Así de claro.
Esa
sensación vívida, burbujeante, me impregnó desde las primeras páginas, en las
cuales la escritora extremeña manifiesta su renuencia a escribir este libro, su
tristeza profunda por la muerte de sus padres, su languidez, sus añoranzas, su
rememoración de episodios infantiles y adultos (hospitalizaciones, vaciado de
la casa familiar, crecimiento de los hijos, constatación de que todo parece
volver en forma circular o mágica). La mirada se queda suspendida en el vacío y
acuden las imágenes del ayer, recortándose entre la niebla gracias a las
palabras, que nos ayudan a entenderlas. Y está la vieja colección de recetas de
cocina de la madre (dieciséis instrucciones); y la tristeza inútil de la niña
Pilar bordando en clase de costura, rodeada de monjas ásperas; y sus dos
hermanas, que la acompañan en un bloque casi chejoviano a la hora de buscar una
residencia para la madre; y las mentiras inofensivas de la niña que fue
francesa durante un rato, ante un público perplejo y dócil; y el columpio
blanco que a lo mejor sí que era un astronauta; y los patos, que se fueron
nadando libres y no volvieron jamás, pero que provocaron las lágrimas de sus
dueñas; y una vida que se llena de literatura, o al revés, o las dos cosas,
porque las fronteras nunca están claras cuando nos quedamos en silencio.
Créanme: no se puede resumir este libro, porque cualquier sinopsis incurriría en la torpeza y en la traición. Si esto fuera una novela es una cajita de oro puro, un cofrecito de memoria, un arca de vida bellísimamente rememorada. Acéptenme el consejo y acudan a sus páginas. Me lo van a agradecer siempre.
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