miércoles, 31 de marzo de 2021

El Club de las Cuatro Emes

 


No sé quién tuvo la feliz idea de crear las pandillas infantiles como protagonistas en la literatura. Tampoco sé, aunque lo intuyo, dónde radica la clave del éxito de estos conglomerados: posiblemente, en la evidencia de que cada lectora o lector empatiza con uno de sus integrantes. Pero lo que sí tengo clarísimo es que yo (y supongo que miles de personas más) me inicié en la aventura de los libros con los relatos de Los Cinco y de Los Siete Secretos, aquellas propuestas fantásticas en las que niños, niñas y perros formaban equipos de investigación y de aventura que me enganchaban a las páginas con eficaz rapidez.

Ahora, el extremeño Juan Ramón Santos, narrador al que he traído varias veces (y siempre con aplauso) a mi blog, acaba de obtener el XXIX premio Edebé con El Club de las Cuatro Emes, una historia sólida y fluida a la vez (paradojas de la cuántica literaria) en la que cuatro protagonistas infantiles deciden organizarse para resolver los problemas de Madán Golosín (la propietaria de un comercio de chucherías), cuyo marido ha dejado que el juego invada y destroce la vida doméstica. En esta novela diáfana y amena, todo resulta acertado: el ritmo que se imprime a la narración, la estructura argumental sobre la que se construye, los dibujos personalizados de sus protagonistas, las gotas de humor que perfuman aquí y allá el texto o el manejo impoluto del registro léxico (que jamás excede las fronteras de lo verosímil).

Y conviene advertir que no resultaba fácil animarse a componer esta narración, porque los dos puntos de partida que laten en su origen no pertenecen sensu stricto al ámbito de lo infantil: la melancolía y la frustración que acongojan a Madán Golosín por no haber cumplido sus sueños (de un lado) y la creciente ludopatía que aqueja a su esposo y que amenaza con erosionar los cimientos de su hogar (del otro). No son temas que encontremos habitualmente en las historias destinadas a niños, aunque se trate de realidades innegables de la vida adulta. Pero ahí es donde interviene la brillantez de Juan Ramón Santos, que consigue adaptar esos impulsos traumáticos para que el público lector más joven acceda a ellos de una forma natural; y logre, incluso, entenderlos.

Una novela altamente recomendable, que gustará a mayores y pequeños, sin la menor duda.

No hay comentarios: