Quinto Horacio Flaco escribió, allá por el siglo I a.C.,
acerca de la importancia de dejar por escrito las palabras, para que éstas
permaneciesen. Y el poeta José María Cumbreño acaba de hacer suya otra vez la inteligente
advertencia (Scripta manent) y ha
entregado a los lectores el volumen de notas que fue tomando durante los años
2007 y 2008 bajo el título de Límites y
progresiones, cuya justificación íntima se encuentra consignada en la
página 296: “No se trata de hacer una relación de objetos perdidos, sino de hacerla
antes de que se pierdan”. Exacto. Ahí está el asunto.
Advertimos en este generoso tomo un gran despliegue de
confidencias, guiños, relatos domésticos, anecdotario de sus hijos, su peculiar
boda con Chose, las mezquindades de ciertos bancos que acosan a su mujer para
que afronte las deudas de su exmarido, la triste paciencia de Manu mientras
espera a su padre (que no siempre viene a recogerlo), las enfermedades de los
niños (fiebre, mocos y Dalsy), los curiosos destinos que sacuden sus obras (que
pasan de no ser premiadas en un certamen en el que tenía puestas sus ilusiones
a ser pretendidas por varias editoriales a la vez), sus experiencias iniciales
como editor fervoroso y casi artesanal, sus reflexiones sobre el triste aislamiento
cultural en que vive Extremadura…
Es decir, vida anotada, palpitación de instantes que la tinta salvaguarda de la erosión del olvido, álbum de hojas verdes (no secas) y pétalos en los que aún brillan la frescura y el aroma. Todo eso es lo que nos ofrece este agradable, intenso y variado libro. Búsquenlo y háganse con él.
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