Gustavo Adolfo Bécquer me ha sorprendido por segunda vez en mi
vida como lector. Lo hizo a los quince años (más o menos), cuando me adentré en
sus Rimas por consejo de un profesor
del instituto; y lo ha vuelto a hacer cuatro décadas más tarde (oh, Dios mío,
cuatro décadas; mejor ni lo pienso), al haberme decidido a llegar a cabo una
nueva visita. La primera sorpresa fue puro deslumbramiento: el brillo que
provocó en mis ojos aquel poemario breve, intenso, volcánico, que me mostraba la
voz tan arrebatada como sencilla de un poeta que desnudaba sus penas (y algunas
esporádicas alegrías) sobre el papel. La segunda ha implicado una
rectificación, porque el transcurso de los años me había ido convenciendo de
que aquellos versos eran solamente aptos para lectores juveniles, bisoños,
huérfanos de espíritu crítico. Ignoro por qué convertí aquella sospecha (que me
hubiera costado muy pocas horas desarticular) en una certidumbre.
En esta segunda aproximación me he vuelto a encontrar con sus
arpas silenciosas, sus saetas que vuelan sin destino, sus golondrinas perdidas,
sus fantasmagóricas damas envueltas en tules, sus separaciones trágicas, sus
tumbas donde habita el olvido, sus muertos que se quedan tan solos… E incluso
con una humorada pícara que me pasó inadvertida en mi juventud y que aparece
encabalgada en la rima LIX, cuando el poeta sevillano dice: “Yo penetro en los
senos misteriosos / de tu alma de mujer”.
Como digo, me ha gustado desmentirme a mí mismo. Sí, Gustavo
Adolfo Bécquer fue poeta de una sola cuerda; sí, algunas de sus composiciones
parecen suspirillos germánicos; sí, desconoce que las pupilas son siempre
negras (comete el error demasiadas veces como para juzgarlo descuido: rimas
XII, XIII, XXI)... Pero la fuerza conmovedora de sus versos, sobre todo si se
los lee en voz alta, es incuestionable. Bécquer te traduce. Te representa. Te
toca. Dice, sintiendo lo que tú has sentido, lo que tú dirías. Es la Voz
viajando en el tiempo, imperecedera. Es el Corazón, llorando.
Qué grande.
1 comentario:
Qué reseña más bonita. Qué recuerdos tan...adolescentes (los míos, claro). Gracias
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