Anoto en mi Librario una lectura interesante y distinta: la
del volumen que lleva por título Si
hubieras hablado, Desdémona, de la alemana Christine Brückner, que leo en
la traducción de Marisa Presas (Laia, Barcelona, 1988). Y me decidí a leerlo
porque la premisa de la que parte me pareció muy sugerente: qué ocurriría si
las principales mujeres de la literatura tomasen la palabra y dieran su opinión
sobre el rol que los varones les han obligado a asumir en esa historia
literaria. ¿Qué opinaba doña Jimena sobre el deambular bélico de su esposo?
¿Qué ideas, pensamientos y emociones anidaban dentro de María Iribarne, la
mujer a la que asesinó Juan Pablo Castel? ¿Cómo contemplaba la sobrina de don
Quijote sus crecientes delirios caballerescos, antes de abandonar la casa
manchega en la que vivían?
Christine Brückner nos muestra en estas páginas el
desconcierto aún fervoroso de la shakespeareana Desdémona, la ira doméstica de
Katharina (esposa de Lutero), el disgusto de Laura por el excesivo idealismo
con el que la envolvió el poeta Petrarca, etc. En esta enumeración, tan
interesante como llena de sorpresas, sobraba en mi opinión (aunque hubiera sido
por una mera cuestión de modestia), el capítulo que Christine Brückner dedica
a… Christine Brückner.
Tres frases del libro, que no me resisto a copiar aquí: “La
sabiduría es la belleza de la vejez”. “Los dioses no serían inmortales si morir
fuera hermoso”. “Es difícil descubrir a qué lugar pertenece uno, y más difícil
aún es llegar hasta allí y quedarse”.
Un volumen muy interesante, sin duda.
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