domingo, 31 de enero de 2021

Fin de temporada

 


Los mejillones, los gusanos de seda y los ornitorrincos viven. O quizá sería mejor decir que existencian. Nosotros, como seres humanos, se supone que deberíamos aspirar a algo mucho más profundo: entendernos y aceptarnos, saber qué lugar ocupamos en la vida y qué conclusiones podemos extraer de ese conocimiento. En su magnífica novela Fin de temporada, Ignacio Martínez de Pisón despliega para nosotros las peripecias a las que se ven sometidos varios personajes de inolvidable factura, que no dejan de interrogarse sobre su sentido vital, sobre la esencia de su respiración. Y digo bien: peripecias. Porque Rosa, Iván o Mabel viven curvas que, de súbito, cambian de trayectoria y los obligan a reinventarse, pero encuentran espacios de reposo para preguntarse por qué, y cómo, y hasta cuándo.

Rosa se quedó embarazada cuando era una jovencita inexperta y se subió en su coche con su novio para poner fin a la gestación en Portugal, lejos de las miradas y los reproches de su entorno. Iván, muchos años después, descubre que el triste accidente automovilístico que sufrieron sus padres impidió que se consumara el aborto e hizo posible que él naciera. Mabel, tras una amarga experiencia conyugal, termina encontrándose con ellos dos y decide continuar a su lado. Pero en ocasiones (lo decía al principio) no basta con existir, ni con querer existir: hay que disponerse a lanzar preguntas… y también estar preparado para recibir las respuestas. ¿Qué ciénagas quedan aún vivas del pasado? ¿Qué odios, qué llantos y qué recriminaciones quedan por llover sobre los protagonistas? Pese a la razonable estabilidad de su presente, Iván querrá descubrir quién pudo ser, y para saberlo no tendrá más remedio que acudir hacia el pueblo de sus padres, donde quedan personas de la familia que pueden aclarárselo. Pero todo tiene un precio. Y en ocasiones, éste es altísimo. “Saber nos hace diferentes, nos convierte en otras personas”, leemos en la página 228. Y quizá en esa frase se encuentre uno de los pilares de esta espléndida narración.

Magistral en la creación de atmósferas y caracteres, Ignacio Martínez de Pisón vuelve a convencer con una novela inteligente, amarga y dura, que podría estar protagonizada por cualquiera de nosotros.

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