sábado, 23 de enero de 2021

La vida por delante

 


Es difícil explicar por qué me gusta tanto la literatura de Antonio Muñoz Molina. Podría decir que es un estilista maravilloso, o que sus temas me seducen, o que los diálogos de sus personajes me encantan; y todo eso sería verdad, pero no me serviría para justificar por qué está, en mi corazón, por encima de otros escritores en quienes también reconozco esas virtudes. La única certeza es que lo seguiré leyendo hasta mi muerte, suceda este año o dentro de treinta y cinco.

En esta ocasión, me he acercado hasta las páginas de La vida por delante, una colección de los artículos que fue publicando en prensa y que en 2002 quedaron reunidos en este volumen que publica Alfaguara. En él encuentro su desprecio por la intolerancia, su convicción de que todo es inestable en la vida humana, su fervor por las enciclopedias y los perseguidos, su amor por la lentitud, su largo afecto por Portugal, su estupor ante el culto a las armas que se advierte en los Estados Unidos, su defensa de Francisco Ayala y Max Aub frente a los insultos y ataques que les dirigió Umbral o su tajante repulsa de la violencia machista. En todos los casos, me he encontrado conforme con sus juicios.

Me ha gustado también la forma en que el escritor jienense define nuestras costas veraniegas (“Muladares de hormigón en los que va a abrevar cada mes de agosto la peor chusma de Europa”, p.162); me ha conmovido su petición para que se deje en paz a Federico García Lorca, tanto de un lado como del otro: que simplemente se le lea, se le sienta y se le deje “residir en la posteridad y en la muerte con la soberanía que tanto deseó y tan pocas veces tuvo durante su vida” (p.65); me ha hecho tragar saliva cuando recordaba los destinos tristísimos de Antonio Machado, Walter Benjamin, Victor Klemperer o los niños españoles trasladados a la URSS durante la guerra civil de 1936; y he compartido su escaso interés por Hemingway o Alberti (“Ni su persona ni su obra me atrajeron nunca demasiado”, p.190).

Apunto algunas de las frases que he subrayado en el tomo, para que no consiga desgastarlas el olvido: “En una taza de café o en un vaso de vino puede estar contenida una fracción del paraíso terrenal”. “Si hay un rasgo infalible para distinguir a un imbécil es la suficiencia”. “Cuando las culturas o las colectividades se ponen por encima de las personas concretas, más vale sospechar”.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Este libro lo leí en un reto, no me convencía mucho por la razón que eran artículos en prensa, pero chico, de nuevo Muñoz Molina me convenció.

Besos.