sábado, 30 de enero de 2021

El sueño del escondite

 


Afirmaba Camilo José Cela que todos somos poliedros, y que según incida la luz sobre uno de nuestros vértices, caras o aristas, los colores que se proyecten desde ahí serán unos u otros. Así lo creo yo también. Y esa convicción se ve reforzada cuando leo libros como El sueño del escondite, de Emilio Soler Poveda, que acaba de aparecer en el sello La Fea Burguesía. Lo digo porque el autor, con quien comparto pueblo de nacimiento, es persona en apariencia jovial, sonriente y abierta; pero late en sus versos una jungla de tristezas, decepciones y melancolías que espesa y completa la imagen que desde ahora tendré (y quizá le suceda algo parecido al resto de lectores) sobre él.

Nos habla en estas páginas de esperanzas, ilusiones y alegrías, aunque también lo hace de penas, desencantos y noches solitarias. Esa voluntad exhaustiva, franca y transparente de decirse convierte el volumen en un diario íntimo empapado de sinceridad, de absorbente lectura. Juan Tomás Frutos le pone un prólogo bellísimo y Álvaro Peña lo esmalta con espléndidas ilustraciones, pero la carne (la sustancia estremecida y doliente) lleva la firma de Emilio. Él es quien juega al imposible escondite de la literatura; él es quien se queda escribiendo en la noche, junto a la ventana; él es quien consigue la difícil proeza de combinar música y verbo en equilibrio inmaculado; él es el buhonero al que vemos pasear por estas hojas con su equipaje de emociones, lágrimas y sonrisas.

Para dejarnos en los ojos ese cargamento, el poeta recurre a estructuras de triángulo invertido (“Extranjero”), a metáforas exactas y turbadoras (“El naipe”), a poemas que parecen esponjas empapadas de amargura (“Mayoría de edad”), a juegos de derivación muy bien resueltos (“A solas”) e incluso al humor (“Cuando la mona se viste de seda”), antes de entregarnos el poema final, delicioso de aliento y rebosante de optimismo (“No tengas miedo”).

Convincente, aplomado y frágil (tres adjetivos que parecen incompatibles y que en sus versos no lo son), El sueño del escondite es un magnífico trabajo poético, por el que merece la pena –y la alegría– pasearse.

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